Por: Enrique Avilés
En víspera de la celebración del centenario de fundación de la primera organización cívico-nacionalista, en Panamá durante el siglo XX, aún encontramos que en general los estudiosos abordan la misma, visitando y revisitando su participación en el primer golpe de Estado de 1931, sin considerar plenamente la orgánica sectorial de la asociación y su contexto en la paleta variopinta de los nuevos sectores medios de la década del veinte del siglo pasado.
Acción comunal no fue la única asociación conformada por dignos integrantes del sector profesional; sin embargo, indiscutiblemente fue la primera asociación conformada por estos que asume metas más allá de lo gremial, común en la orgánica de estos. Las metas de esta asociación son supra gremiales orientadas a la búsqueda de reivindicaciones cívicas y nacionalistas. Integrada por un selecto grupo de profesionales, critican la corrupción galopante de entonces, solicitan el reconocimiento profesional del nacional, principalmente ante la ocupación de cargos estatales por estadounidenses, casi en condición de supervisión colonial o de protectorado. Igualmente, creen necesario un cambio en la condición contractual para con Estados Unidos.
Estas orientaciones la convierten en la primera propuesta antioligárquica y antiimperialista de parte de uno de los integrantes de los sectores medios, pero no necesariamente en la representante de todos.
Es preciso entender que los sectores medios están conformados por la pequeña burguesía (entendida como el pequeño comerciante y pequeño productor), y por las capas medias que incluyen los profesionales, empleados y funcionarios.
Este panorama social debe considerarse para entender la asociación y sus alcances y limitaciones ante las coyunturas del período.
Así, el apoyo a la asociación de parte de la pequeña burguesía, conformada principalmente en el caso de las urbes terminales por extranjeros de todo origen, es en muchas ocasiones totalmente nulas, por la consideración nacionalista de la misma y por el temor de la pequeña burguesía en su condición de extranjería a ser deportada, tal como había ocurrido con los participantes extranjeros del movimiento inquilinario. Para el caso de los empleados, que estaban organizados gremialmente, es más fácil buscar el apoyo bajo la orientación obrera, principalmente del Sindicato General de Trabajadores, en quien encuentran un aliado estratégico. Y en el caso de los funcionarios, sin orgánica alguna, quedaban expuestos a las presiones político-administrativas de las gestiones porristas o chiaristas.
De hecho, no existe participación de la asociación en el movimiento inquilinario de 1925, como han pretendido algunos estudiosos, lo que lleva a valorar su heterogeneidad interna en la que las voluntades y lealtades se pueden fragmentar fácilmente, sobre todo si alguno de sus miembros era pequeño propietario, afectado por la huelga del no pago. Para esta coyuntura. Lo prudente de la asociación es hacer silencio y desvincularse de la reivindicación popular, tal postura le sería útil a la próxima coyuntura.
Ante el tratado Alfaro-kellogg, enarbolando la reivindicación nacional, obtendría el apoyo estratégico del Sindicato General de Trabajadores, tal alianza sería clave en el rechazo del tratado, pero sería temporal y atendiendo a objetivos particulares de la asociación, lo que vuelve a ubicarla en su condición sectorial en lo sucesivo y la desvincula de los movimientos de carácter popular. Pretender dar carácter de popular al golpe de Estado de 1931, tal cual como algunos lo pretenden, es obviar por completo que la asociación lo hace en apoyo de un sector oligarca en pugna con el poder, sin hacer partícipe del mismo a ninguna organización popular.
Como reflexión final, es preciso entender que el nacionalismo propuesto por acción comunal, como panacea reivindicativa de las problemáticas nacionales, es lejano respecto a las reivindicaciones de los sectores populares del momento; sin embargo, no deja de ser atractivo cuando estos últimos desean pasar factura al gobierno de turno y hacer revés en su agenda contractual con el imperio estadounidense. Así, se hace evidente que ese nacionalismo propio de sectores medios, tiene alcances y limitaciones, razón por la que debe abordarse de una manera más realista y menos cargada de idealizantes expectativas.
El autor es docente de historia de la Universidad de Panamá.