Por: José Herrera
Periodista y educador
Entre concejales y consejeros se juega más que una letra, se juega la identidad de una institución.
En Panamá, desde hace años se repite con solemnidad una confusión ortográfica: escribir Consejo Municipal en vez de Concejo. Y lo grave no es la letra, es lo que esa letra cambia.
Concejo, con “c”, significa ayuntamiento, corporación municipal. Allí sesionan los concejales, se aprueban acuerdos y se legisla. Consejo, con “s”, significa recomendación o junta consultiva. De ahí el consejo de la abuela, el consejo de seguridad o los consejeros de empresas. Un concejo manda; un consejo aconseja. La diferencia es tan clara como confundir jueces con jurados.
Llamar Consejo Municipal al órgano legislativo es un error ortográfico y conceptual. Panamá no elige consejeros: elige concejales. Y la costumbre de la “s” ha disfrazado a los representantes de la ciudad de simples asesores de sobremesa.
Se nos dice que concejo es arcaísmo. Pero sigue vivo en países como Colombia, Ecuador, Bolivia y México, y en regiones españolas como Asturias y León. ¿Son ellos piezas de museo? No. Lo arcaico es insistir en una confusión que empobrece el lenguaje.
También se acusa que Concejo Municipal es pleonasmo, porque concejo ya implica lo municipal. Y ahí sí hay razón. Lo más limpio es decir Concejo de Panamá. Preciso, histórico y suficiente.
No es un bochorno decir Concejo de Panamá. El verdadero bochorno es insistir en Consejo Municipal, como si el órgano legislativo del distrito estuviera para repartir consejos y no para aprobar leyes locales.
Una letra parece poca cosa, pero aquí marca la frontera entre legislar y aconsejar. Y Panamá, con todas sus urgencias, no necesita consejos: necesita un Concejo.
La distinción es clara, concejo, órgano deliberante; consejo, órgano consultivo. Persistir en la confusión no es evolución del idioma, sino descuido institucional. En lengua y en política, precisión es respeto
