Aida Rodríguez y Dilma Girón, de 47 y 51 años, son un ejemplo de superación. Son mujeres rurales que se han negado a aceptar que sus hijos hereden la pobreza en la que ellas crecieron.
Estas mujeres, oriundas del corregimiento de Soloy, en la Comarca Ngäbe-Buglé, a 286 km de los rascacielos de la ciudad capital, nos recuerdan que, para una madre, no hay imposibles, especialmente cuando se trata del futuro de sus hijos.
Tras años de sacrificio y esfuerzo, lograron sus metas aprovechando al máximo la ayuda económica que el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) les brinda a través de la transferencia monetaria del programa Red de Oportunidades.
Aida Rodríguez repasa con orgullo el camino de sus hijos. Edilma y Johana Ábrego, de 19 años, estudian en la universidad: la primera se prepara para ser maestra y la segunda cursa el cuarto año de profesorado en inglés.
Leonardo Ábrego, de 29 años, ya es maestro. Su hermano Dimerson, de 20 años, está tramitando su ingreso a la Policía Nacional, mientras que William, de la misma edad, estudia biología.
Las más jóvenes también avanzan: Angélica, de 13 años, cursa la secundaria, y Erika, de 16, se graduará de noveno grado este año con buenas notas.
Dilma Girón también muestra con orgullo los logros de su familia. Su hija Edilma, de 32 años, cursa el segundo año de la carrera de educación primaria, mientras que Virgila, de 24, está en tercer año de Administración Pública.
Aida y Dilma coinciden en que la educación es el mayor legado que un padre puede dejar a sus hijos. También creen firmemente en el valor del trabajo digno, por lo que inculcaron en sus hijos principios como el respeto, la honestidad, la humildad y la responsabilidad.
Madres emprendedoras
Aida es una mujer “echá pa’lante”. Hace de todo un poco: es modista, vende comida, cultiva hortalizas y hasta tiene un puesto de buhonería ambulante que mueve donde suene una lata.
Por su parte, Dilma ha convertido sus manos en herramientas de arte. Aprendió de sus padres el oficio de tejer, y hoy confecciona vestidos, sombreros, collares, aretes y los tradicionales bolsos llamados chácaras. Su precisión es casi quirúrgica.
El proceso de elaboración de las chácaras es largo y requiere dedicación. Primero se prepara la fibra de una planta llamada “pita”, luego se tiñe y se hila para crear los lienzos. A través de este arte, Dilma no solo genera ingresos, sino que también preserva una tradición ancestral y realza la artesanía de la mujer Ngäbe.
“Mi mamá es mi mejor inspiración”
Johana, quien estudia para ser profesora de inglés, dice que su madre es su mayor inspiración. Se siente orgullosa y reconoce que su carrera es fruto del sacrificio de su madre y del apoyo de la Red de Oportunidades del MIDES.
Por su parte, Edilma agradece a su madre por enseñarle a ser una mujer fuerte e independiente, capaz de perseguir sus sueños. Su objetivo es ser maestra para inspirar a sus alumnos a llegar lejos, convencida de que la educación es la mejor herramienta para combatir la pobreza.
Magalis Araúz, directora de Inclusión y Desarrollo Social del MIDES, asegura que los testimonios de Aida y Dilma no son casos aislados. Explica que la Red de Oportunidades fue creada para insertar a las familias en situación de pobreza y pobreza extrema en la dinámica del desarrollo nacional, garantizando acceso a salud y educación.
Actualmente, 42,593 panameños se benefician de este programa, de los cuales 41,966 son mujeres que, al igual que Aida y Dilma, están logrando cambiar el destino de sus hijos gracias a la educación.
Datos
La señora Aida Rodríguez es la que luce un vestido verde. Su hija Johana Ábrego, que cursa el cuarto año de profesorado en inglés, viste de azul oscuro.
La señora Dilma Girón viste de verde y luce un sombrero. Su hija Edilma, que cursa el segundo año de la carrera de educación primaria, luce un vestido rojo y sombrero.