Por: Marta Caballero/ Especial para El Digital Panamá
Marta Caballero, periodista con más de 20 años de experiencia en la televisión panameña, nos presenta su blog Confesiones a los 40.
Siempre he tenido como un sexto sentido para presentir algunas cosas, creo que es algo que viene en el ADN de algunas mujeres, pero yo sabía casi unos tres meses antes de que me botaran de mi trabajo, que eso iba a ocurrir.
¿Qué por qué lo sabía?, bueno creo que fue una mezcla de varias cosas, tenía claro que vendrían reducciones, por otro lado, ya en dos ocasiones había solicitado un mutuo acuerdo pero no se había dado y unos meses atrás me había quedado sin jefe directo.
Personalmente sentía que estaba cerrando un circulo, pero yo misma no me atrevía ponerle punto final, quizás guardaba mucha relación con el hecho de que llevaba 17 años en la empresa, me sentía como en familia, y además y sumamente importante si renunciaba, todos saben que no iba a recibir el mismo dinero que si ellos eran los que me dejaban ir.
En fin, que te boten no es fácil creo que ya lo he dicho, aunque sepas que es lo mejor, es una ruptura, ahora que te boten cuando ya entraste en la década de los cuarenta, le da otra dimensión al asunto.
Y de repente me vi cuarentona y desempleada, al día siguiente que salí de la empresa lloré como si hubiesen abierto un grifo de agua y no pudiese parar, lo hice sola, sentía algo que no podía explicar es decir no era dolor pero era un vacío raro, siempre digo llegué a trabajar a ese lugar soltera y sin hijos y me fui casada y con dos hijos, una de ellas adolescente.
Guardé silencio de lo que había ocurrido en mi casa, solo lo sabía mi esposo, pensé no decirles a mis hijos para evitarles ponerse tristes, a ellos les encantaba el trabajo de mamá; pero algo nuevamente en mi interior me dijo mejor cuéntale a tu hija, la adolescente, lo que ocurre y así lo hice, ella lloró yo también y ya pasamos la página.
A mi hijo más pequeño no le dije nada, y fue un error en la escuela se lo dijeron y él se molestó mucho, me dijo “una niña dijo que ya tu no trabajas” y agregó “yo le dije que eso era mentira”, tenía los ojos aguados (me partió el alma), y tuve que explicarle que era verdad y contarle que no se preocupara que todo seguiría igual (pecados de cuando realizas un trabajo público).
Ahora así, como dije al principio que sabía lo que iba a pasar, también confieso que no tenía un plan para hacerle frente.
Quería descansar un poco eso sí, había trabajado toda mi vida (desde que termine la universidad no pare), y pensé era un momento para rearmar algunas cosas que había dejado en stand by por no tener tiempo.
Eso tuvo sus cosas buenas y malas, buenas me dio espacio para mí, cierta libertad; malas porque sentía que estaba perdiendo el tiempo que todos los días me caían más años encima y me cuestione si realmente así era como se termina una vida laboral.
Fui a algunas entrevistas de trabajo, de algunas nunca me volvieron a llamar, de otras me decían “usted está sobre calificada” (creo que es la nueva excusa para no pagarte bien), en fin la historia podría llenar varios tomos de libros.
Para no seguir deprimiéndome sin sentido, lo primero que hice fue abrir este blog, dije voy a escribir es lo que he hecho todo mi vida y porque no, es una forma de desahogarme.
Después, comencé a trabajar con un amigo para una canal en la web en Miami, ayude en redes sociales a algunas cuentas de conocidos (no soy experta pero me defiendo y tomé cursos) y ahí comencé a ganar algo de capital y finalmente me llamaron de un ONG para que les hiciera comunicaciones, soy una especie de outsourcing (independiente) casi sin horarios; al principio fue un desafío, yo estaba acostumbrada a muchas cosas que tuve que ajustar, por ejemplo, a cobrar los 15 y los 30, eso ya no pasa, tuve que ajustarme a cómo se maneja la comunicación en un ONG que además es internacional, todo era y es muy distinto.
Pero lo que más he aprendido a mis cuarenta y tantos años es que nunca se termina de aprender, que todos los días hay retos y algo muy importante me probé a mí misma que puedo aprender algo que nunca había hecho antes, sacarlo adelante y no dejarme vencer por el miedo que genera Esto de ninguna manera es una historia de éxito, no soy una triunfadora ni pretendo venderme como tal, soy una mujer de más de cuarenta años imperfecta, que se sigue equivocando mucho, pero que sigue también luchando para sobrevivir al quedarse desempleada.
No sé si lo estoy haciendo bien, hay días en que quiero irme a vender conchitas a la playa (ven lo ilógico) así de desanimada me encuentro en algunas ocasiones pero luego saco fuerza y me digo “hay que seguir” me acuerdo de lo que decía mi abuela “de ningún pendejo nadie escribió nunca nada” y sigo.
Ahora, si puedo decir que he aprendido cosas en este transitar y si te sirve de algo aquí te las dejo:-Trata en la medida de tus posibilidades de nunca irte del que fue tu lugar de trabajo peleada, trata de irte por la puerta grande aunque sea botada (me ha tocado regresar a mi antiguo trabajo y me reciben muy bien, de hecho hasta me han recomendado para otros trabajos)-No te quedes tanto tiempo en un mismo trabajo, creo que eso lo tienen muy claro algunos millennials, y la generación Z, nosotros los X considerábamos los trabajos como nuestras casas y familias.
Y créanme entre más tiempo pasa en ese lugar, más difícil se te hace irte.-Cuando sientes que te quieres ir de un trabajo hazlo, no hagas como yo, no esperes a que otros tomen la decisión. Cuando uno piensa en irse es porque ya no quiere estar.
-Nuevamente, no hagas como yo, ten un plan para seguir adelante, es más comienza a trabajar en él antes de que te vayas o te vayan (boten) de la empresa.-Aunque tengas cuarenta, cincuenta, sesenta, en fin la edad que sea, nunca digas eso no lo puedo hacer, prueba te sorprenderías de los que tus capacidades te pueden llevar a hacer.
Te lo digo yo que muchas veces el miedo me ha paralizado y entonces me digo: “perate ¿qué es lo peor que puede pasar? que lo haga mal, pues nadie nació sabiendo”, me sacudo y sigo.
-Trata a tus colegas, amigos, conocidos, al que te abre la puerta con consideración, respeto, empatía y honestidad, no te sientas superior a nadie, créeme con el pasar del tiempo te darás cuenta que eso un activo incalculable y cuando necesites pedir favores no te los negarán o por lo menos muchos te apoyarán, habrá quienes no pero serán los menos. (lo he vivido y que bien se siente que te digan “claro que sí, puedes contar conmigo”).
-Si no consigues trabajo, porque estas “sobre calificada” o por cualquier otra cosa, no te quedes en la casa por lo menos no todos los días, reúnete con gente que te de impulsos ganas de salir adelante, y nunca sientas que la vida laboral se acaba después de los cuarenta. Mientras tanto yo sigo aquí caminando para adelante, con muchos errores, con muchas preguntas sin respuestas, con días buenos y otros no tan buenos, con muchos planes por hacer, tratando de aterrizar algunos, pero dándome ánimos porque cuarentona y desempleada no es un derrota, es una oportunidad, te lo digo yo y tengo con conocimiento de causa.