Por: Marcos Castillo Pérez
La guerra fría terminó en 1989 con la caída del muro de Berlín y el bloque occidental liderado por los Estados Unidos puso en marcha el neoliberalismo, una corriente de pensamiento político y económico que propugnó por la reducción de la intervención del estado y la promoción de lo que se bautizó como “libre mercado”. Este experimento capitalista trajo como consecuencia la disminución de la capacidad y el poder de los estados y en contrapartida permitió el surgimiento a nuevas y poderosas corporaciones multinacionales que superaron en poder e influencia a los gobiernos.
El neo liberalismo o capitalismo salvaje también aumentó las diferencias entre los países ricos y los países en vías de desarrollo. Se promovieron los tratados de libre comercio (TLC) y se vendieron como la panacea para eliminar las barreras arancelarias lo que permitiría que los países pudieran exportar sus materias primas teniendo acceso a los grandes mercados de los países del primer mundo y que a su vez llegaran productos de esos países, lo que abarataría los precios de los alimentos y de los productos de consumo masivo. Al final lo que ocurrió fue que; nuestros mercados fueron inundados con productos industrializados provenientes del primer mundo y que la balanza comercial entre esos países y los del tercer mundo se volvieran más desiguales.
Entre las consecuencias negativas que trajeron los TLC están: La caída de las industrias nacionales y la consecuente disminución de la producción nacional, se redujo la generación de empleos, se creó una dependencia económica, aumentó la desigualdad social, y la importación de productos acrecentó la generación de residuos y desechos con los consecuentes impactos ambientales. Después de habernos embarcado con los tratados de libre comercio (TLC) estos pasaron a llamarse tratados de promoción comercial (TPC) quizá como un intento de hacernos entender que ya no se trataba de una opción tan libre y que lo que realmente se buscaba era la apertura de nuestros mercados para invadirnos con productos de las grandes industrias en una competencia desventajosa y desleal.
Con el retorno de Donald Trump al poder, el tema de los aranceles se ha convertido en la mejor arma para doblegar al resto del mundo. Ya los discursos del “libre mercado” se volvieron obsoletos, ahora el proteccionismo está de vuelta. Al referirse al regreso al poder de Donald Trump, el senador progresista, Bernie Sanders ha denunciado las acciones de este y sus nuevos aliados, los multimillonarios tecnológicos; Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg. “sus compañeros oligarcas creen que el gobierno y las leyes son simplemente un impedimento a sus intereses” sostiene Sanders, mientras cuestiona las arbitrarias decisiones, ilegales e inconstitucionales que está tomando Trump con órdenes ejecutivas que no pueden estar por encima de la ley, le ha dado poderes extraordinarios a Musk y este está desmantelando el Estado, para no tener a nada ni nadie que se les interponga en el camino para poder gobernar como lo hacían, los antiguos monarcas absolutos. ¿Quieres enfrentarte a nosotros? Buena suerte”, dirán. “No hay nada que puedas hacer al respecto”. Afirmó el ex aspirante presidencial.
Antes de nuestra independencia, señaló Sanders, la clase gobernante, mandaba a través del “derecho divino de los reyes”, la creencia de que el Rey de Inglaterra era un agente de Dios, y no podía ser cuestionado. En los tiempos modernos, los oligarcas creen que como maestros de la tecnología y como “individuos de alto coeficiente”, es su derecho absoluto gobernar. En otras palabras, son nuestros reyes modernos.
Un Trump soberbio y embriagado de poder decide desde la Casa Blanca que el pueblo palestino no tiene derecho a vivir en Gaza y que son más importantes los negocios inmobiliarios que la gente. “construiremos la Riviera del Oriente Medio”. ha dicho, mientras presiona a los gobiernos de Jordania y Egipto para que reciban en sus respectivos países a poco más de 2 millones de gazatíes. Hasta ahora los gobiernos de estos países se han negado a las pretensiones de Trump y los desplazados palestinos están de regreso a sus antiguas viviendas, hoy en escombros a causa de los incesantes bombardeos del ejército israelí que han provocado la muerte de más de 44 mil personas.
Arbitrariamente y sin importarle las protestas de sus aliados europeos y las quejas del gobierno de Ucrania, Trump decide iniciar conversaciones para un alto al fuego en la guerra entre este último país y Rusia, la agenda incluye la búsqueda del restablecimiento de relaciones plenas entre Moscú y Washington además una convocatoria a elecciones en Ucrania, lo que equivale a una arrogante demostración de desprecio e irrespeto a quienes han sido por décadas aliados históricos y con la intención de imponerle a Kiev no solamente un acuerdo que favorece a Rusia, sino también abrirle la puerta a Putin para que pueda conspirar contra Zelensky dándole su apoyo como en el pasado a un candidato pro ruso. Zelensky ha pasado de ser un protegido de Washington a ser para Trump “un dictador que no ha hecho elecciones”. El pecado del presidente ucraniano ha sido, negarse a firmar la entrega del 50% de los recursos naturales de su país a Trump y sus millonarios socios.
Las amenazas, la imposición y el chantaje son las armas con las que a lo largo de su vida, el magnate inmobiliario se ha manejado y ahora como el hombre más poderoso del mundo, no dudará en usarlas para tratar de lograr sus aviesos propósitos de poder y control, no en vano ha dicho que quiere tomarse el canal de Panamá, apoderarse de Groenlandia y anexarse la vecina Canadá. Probablemente no habla en serio cuando expresa estas intenciones, pero lo que si es cierto es que se trata de la utilización de métodos gansteriles para lograr sus verdaderos propósitos; que el gobierno panameño le otorgue las concesiones portuarias que actualmente manejan empresas chinas que las obtuvieron en buena lid, Trump parece que no solo quiere las concesiones de los puertos, sino, todos los negocios lucrativos que se generan en las riberas del canal, para hacerse de estos y hacer más millonarios a sus socios y amiguetes.
Trump no ha ocultado que sus intereses son los mismos de los oligarcas tradicionales y los nuevos oligarcas tecnológicos que lo rodean, apoderarse de los sitios más estratégicos del mundo y ampliar el control y el poder de sus multinacionales. Las grandes riquezas minerales de Groenlandia, las enormes fuentes de energía de Canadá y las tierras raras de Ucrania despiertan su insaciable gula. Esta nueva forma de imperialismo pareciera estar imponiéndose ante una comunidad internacional dividida, desconcertada y temerosa. ¿Quién podrá detener a Trump y sus multimillonarios socios? Por el momento pareciera que nadie, pero los excesos y tropelías del mandamás del mundo están haciendo que los agraviados empiecen a poner resistencia. Los europeos se han reunido en París para buscar opciones que les permitan ser parte de las negociaciones para poner fin a la guerra ruso-ucraniana pese a la exclusión inicial planteada por los emisarios de Trump, el rey Abdalá de Jordania y el gobernante egipcio, Al Sisi se siguen negando a recibir a los desplazados palestinos procedentes de Gaza al tiempo que rechazan el plan de Trump para esa región. México y Canadá han plantado cara a Trump y de momento han logrado contener la imposición de aranceles, China por su parte aplicó medidas reciprocas a las imposiciones de aranceles incluyendo una sorpresiva y que puede causar dolor en el circulo cero de Trump. El aumento en los aranceles a productos metalúrgicos y tecnologías relacionadas, como el tungsteno, un mineral fundamental que se utiliza en aplicaciones industriales y de defensa.
La salida de USA de la Organización Mundial de la Salud, del Acuerdo Climático de Paris y los ataques del gobierno de Trump a instituciones como el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, no hacen otra cosa que alejar a los Estados Unidos de la comunidad internacional, al tiempo que lo hacen perder el prestigio y respeto que otrora le profesaba el resto del mundo. ¿Podrá míster Trump y la oligarquía tecnológica desmantelar las estructuras del gobierno estadounidense y paralelamente hacer lo mismo con los organismos internacionales? Ellos apuestan por un nuevo orden mundial, pero absolutamente alejado de los valores y principios que tuvieron en su momento los fundadores de los Estados Unidos y quienes promovieron la creación de las Naciones Unidas tras la II guerra mundial. La pregunta que debemos plantearnos los ciudadanos del mundo es; ¿Se lo permitiremos?
El autor es comunicólogo