Por: Gilberto Marulanda
“[…] el reto de preservar esa memoria, en aras del sentir nacional, implica el desafío de hacer de su análisis un hecho con una participación de la gente más visible, más humana, […
La consolidación de la memoria histórica de las naciones es una tarea loable que han atendido los científicos sociales, particularmente los historiadores, pues nos queda claro que perderla en el tiempo puede dar paso al olvido y cabida a falsos históricos, que, intencionalmente o no, pueden deformar la identidad de los pueblos. Por lo tanto, es vital la conmemoración del 9 de Enero de 1964, como parte del fortalecimiento de esta memoria histórica de la ciudadanía panameña, en especial de los niños y adolescentes. Esos legados de memoria deben ser reafirmados constantemente, pues, de no hacerse, pueden fácilmente ser tergiversados y manipulados por intereses que no necesariamente consideren el martirio de quienes entregaron su vida ante el ejército más poderoso del mundo por la soberanía panameña, hace ya 58 años.
Para la preservación en el colectivo de estos eventos trascendentales se han realizado actos conmemorativos, lo que resulta oficialmente producente para las administraciones gubernamentales, aunque con el tiempo la categoría de día de Duelo Nacional ha cambiado en la práctica, a un día de reflexión. Pese a que esta se sigue realizando año tras año, para una parte significativa de las nuevas generaciones, el desvanecimiento del suceso parece inevitable.
La pregunta ante ese fenómeno es ¿por qué está ocurriendo, acaso estamos fallando en algo los educadores, o debemos ser simplistas y considerar que a las presentes generaciones poco les importan la historia y sus luchas épicas? ¿Será que nos hemos quedado en la academia mostrando una sola narrativa año tras año? ¿O tal vez deshumanizamos el evento por medio de su uso político o ideológico? ¿Nos desconectaríamos de la realidad empecinados en anclar en la mente de la gente un ritual patriótico, más que generar conciencia histórica y social? ¿O posiblemente convertimos el 9 de Enero de 1964 en un dogma?
Las interrogantes arriba expresadas no solo deberían generar un debate, sino investigaciones científicas con visión holística. Igualmente, nos convoca a la relectura historiográfica del hecho en sí.
Panamá se merece y espera más de lo que hasta ahora le hemos dado, respecto al Día de los Mártires, y no con esto digo que se le ha dado poco; nos queda pendiente conocer mucho más sobre la participación de las mujeres, no solo de las estudiantes que formaron parte del grupo que fue a Balboa aquel día, sino de las enfermeras, auxiliares y doctoras que atendieron a los muertos y a los más de 500 heridos de esas aciagas horas. Esas heroínas de blanco son los abuelos de esas generaciones presentes que se sentirían orgullosos de decir mi familia participó de esta gesta. Tampoco se han realizado estudios que aborden de manera más científica las posiciones de las provincias y sus ciudadanos ante la masacre que ocurría en la capital y Colón. Las miradas desde el extranjero y, sobre todo, desde los mismos Estados Unidos. Entrevistas de los descendientes de aquellos que murieron y los lisiados de la confracción.
Falta igualmente, abordar la mirada de los niños ante este hecho, dos de ellos fueron mártires, que sintieron, que presenciaron, que escucharon, pues ellos son los padres y abuelos de las presentes y futuras generaciones. Por ende, es vital redimensionar los estudios historiográficos de la gesta, haciéndola más participativa a los ciudadanos, a las comunidades. En otras palabras, el reto de preservar esa memoria, en aras del sentir nacional, implica el desafío de hacer de su análisis un hecho con una participación de la gente más visible, más humana, más de madre, de padre y de hermano de cada uno de los panameños caídos el fatídico Día de los Mártires. Traer esa memoria a las presentes generaciones es a la vez más preciso; aunque sin lugar a duda, dicha tarea tenga al tiempo en su contra.
Profesor de Historia de la Universidad de Panamá.