Por: Alfonso Fraguela
En el año 2017, luego de varias negociaciones, grupos independientes que aspirábamos a dirigir el Colegio Nacional de Abogados, nos volcamos a cristalizar un proyecto, que buscaba rescatar el Colegio de unos cuantos, versus la necesidad del nacimiento de una agrupación que devolviera la identidad y la integración de los letrados del país, lo que dio vida a LA ALIANZA.
Para ese entonces, en una hazaña sin igual, se logró alcanzar la meta, que dio inicio a cambios importantes en el gremio. Ese proyecto gremial, aglutinaba a personas de diversos sectores que tenían claro que la política quedaría fuera de las instalaciones del Colegio Nacional de Abogados.
Esta iniciativa logró compilar las propuestas de campaña de los diversos grupos, y un proyecto de administración a varios años, que permitiera la alterabilidad en la administración para que los objetivos pudieran lograrse de manera gradual y coherente, permitiendo siempre unidos cristalizar los logros en pro de la clase forense del país.
La ley de estabilidad del abogado al servicio del Estado, el Carné de idoneidad de la Corte y la lucha frente a los ataques permanentes que sufría la abogacía en ese momento, representó el norte de aquel entonces, sin olvidar la orientación permanente a la sociedad sobre temas nacionales.
Pero las ansias de poder, y los deseos individuales motivaron que el acuerdo suscrito el 19 de junio de 2017, fuera distorsionado, ocasionando que el mismo no se cumpliera, por grupos que la historia se los reclamará, por el acto egoísta y carente de seriedad que fuera suscrito por los representantes de los grupos participantes, generando la división y dos candidaturas que permitieron que los que habían salido recobraran el Colegio. Ese mismo grupo que se caracterizó por manejarlo como dinastías perpetuas.
En las pasadas elecciones del Colegio Nacional de Abogados, ningún grupo decidió participar, reeligiendo automáticamente a una directiva que reafirmó su liderazgo entre ellos mismos, con medallas y pergaminos que llegaron a transformar el fin que simbolizaban estatutariamente cada presea.
En este momento, en medio de un año de elecciones, nos encontramos en una disyuntiva, si volvemos a participar o dejamos que la corriente del río haga impacte naturalmente.
Actualmente, se han realizado algunas reuniones con diversas corrientes con el fin de evaluar el Colegio Nacional de Abogados, y hay aspirantes que ya anunciaron sus deseos de volver a correr, lo que es un derecho legítimo e incuestionable.
Pero antes de tomar una determinación, me pregunto si serán aspiraciones individuales o si realmente se busca hacer un cambio de figuritas para estar en lo mismo, y que la historia se repita en forma de espiral.
Los Abogados en Panamá, hemos sido blanco de ataques, y restricciones en el ejercicio del derecho, que nos ha generado “una orfandad recurrente” producto del silencio de la dirigencia, por su vinculación directa al gobierno, prefiriendo arrinconar al abogado en lugar que defenderlo.
Me pregunto, ¿es esto lo que tendremos que seguir viendo hasta que este gremio despierte del letargo y de las campañas electoreras que dan como resultado la violación a nuestra profesión?
¿Seguiremos votando por el amiguismo y por las frivolidades generadas por la superficialidad social, aunque eso ocasione que resten las conquistas profesionales?
¿Deberemos tolerar, en silencio, que seamos cada vez menos abogados por las actuaciones de otros, esperando una defensa que nunca llegará?
¿Tendremos que tolerar silenciosamente el irrespeto al que somos sometidos diariamente, porque somos invisibles para ellos y lo hemos permitido?
Me perdonan colegas, ¡yo no lo haré!, no pienso dar un paso atrás frente a nadie que busque robarme el respeto, y el prestigio profesional que construimos a diario.
Mis principios como persona y como abogado, la lucha que hemos llevado adelante desde hace muchos años, cuando muchos abogados fueron colocados en unas listas negras de carácter internacional, y tratados por esos mismos colegas que hoy piden su respaldo como personas con una enfermedad infectocontagiosa.
Colegas y amigos, la palabra se debe respetar. ¡Porque un hombre se conoce por el valor de su palabra!.
Mis padres, “un vendedor de equipo de oficina y una ama de casa” desde pequeños me enseñaron que la palabra se respeta, y aún creo en el apretón de manos para sellar los acuerdos.
No comulgo con la demagogia ni los cuentos y fábulas, la madurez de tener 55 años me han enseñado que las personas debemos forjarnos nuestro propio destino, y el destino que me propuse fue ser un buen ciudadano, y apartar del camino las cosas que te alejan de una visión clara.
Esa visión clara es devolverle el respeto a la profesión de abogado, y sacarlo de la invisibilidad a la cual nos han reducido.
El primer paso, para ese cambio, representa el compromiso de cada jurista agremiado de asumir el pago de sus compromisos gremiales, evitando que la voluntad de cada cual sea comprada de forma similar a la que tratan a nuestros coterráneos en los torneos electorales.
Debemos asumir con valentía la defensa de nuestra profesión frente a los atropellos de los cuales somos objeto.
Porque de lo contrario te convertirás en un abogado que necesitará a otro abogado para que te defienda porque esa esencia y esa magia que te motivo a estudiar derecho la perdiste.
Colegas y amigos, la necesidad de salir a defender esta profesión, compete a cada uno de ustedes y no a una directiva.
Estas elecciones estarán cargadas de recursos económicos, porque estamos inmersos en un torneo electoral donde la chequera busca arrodillar a la dignidad, donde esos dineros buscan silenciar al gremio. Donde eres observado bajo el microscopio como un objeto y no como ese profesional que merece respeto, que se lo han desconocido y viene a rescatarlo.
