El otro día fui a brindarle ayuda a María, la señora que hace el aseo en la oficina. Es una mujer mayor y sé que sus hijos son malagradecidos con ella.
Le cambié el interruptor de corriente del baño, me entretuve bastante con sus cuentos y su nieto.
El niño quiere aprender a tocar guitarra, apenas sabe tocar uno que otro acorde en una vieja guitarra. Me pregunta que si se tocar, sonreí y le digo que un poco.
Al mirarla bien me doy cuenta que es antigua, pero de muy buena calidad. Le digo a María que la puede vender -en unos 400 dólares- para comprar otra o cambiarle las cuerdas y las clavijas.
Le digo al niño que se la arreglaré y se la devuelvo el lunes a su abuela.
Voy a una conocida tienda de instrumentos musicales, le digo al dependiente que le cambié las cuerdas a la vieja guitarra y de paso compré un estuche de esos rígidos.
Cerca del local hay un supermercado paso a comprar algo. Cerca de los embutidos una chica demostradora como de 22 años me mira detenidamente.
Me veo en reflejo de una nevera, medio despeinado, una camisa de mezclilla, jeans y botas. Para rematar la guitarra en el estuche, parecía a Antonio Banderas en la Balada del Pistolero.
Tomó 3 botellas de Cabernet, pago y me voy. Tomó un taxi y me topo con un tranque de la mismísima madre. Al parecer hay un accidente, como estoy cerca de casa unas cuatro cuadras decido bajarme y caminar.
Apenas empiezo a caminar comienzo a sentir las gotitas de lluvia sobre mí. El olor a tierra mojada me trae recuerdos.
Cuando era estudiante de secundaria solía caminar de Calidonia hasta Vía Israel a ver una noviecita, luego en las tardes pasábamos horas en el parque Anayansi viendo el mar.
Otro lugar al cual solía ir era al parque de la Rampa que está al lado del Club Unión.
Más tarde en la Universidad en las horas libres o en las tardes iba con mi novia al Teatro Al Aire Libre -Tual-.
Regreso, he caminado como 100 metros, estoy empapado, entro al gazebo de un parque para guarecerme de la lluvia.
Saco la guitarra y empiezo a hacer rasgueos, de repente sin querer estoy tocando “De todo el mundo”, tal vez fue mi subconsciente.
“Que no interrumpa lo cotidiano mis pensamientos
Que no me dejen sin mi sustento en vano
Que no me atrape lo mundano si prefiero no estar quieto
Que no me pongan en aprieto por algo que no está en mi mano”.
Y la verdad es que no tengo dueña, soy vagabundo, siempre de paso nunca para echar raíces.
He sido de muchas y de ninguna a la vez…