Autor: Profesor Luis Montero
En su etimología latina, la palabra corrupción está compuesta de tres partes: El prefijo con (junto, globalizado) que por asimilación se convierte en cor, por la raíz del verbo “rumpere” (romper, partir, despedazar, hacer estallar, dañar), y por el sufijo ción que indica acción o movimiento. Así habría que asumir que en su etimología corrupción es algo que, formando parte de un todo o un cuerpo, es decir, estando en dicho cuerpo, lo echa a perder o lo daña.
El término corrupción está asociado a conceptos como descomposición, putrefacción, hedor, fetidez o mal olor. Posteriormente el concepto toma una connotación ética haciendo alusión a una conducta y a un estado espiritual como depravación e inmoralidad. Desde una calificación jurídica, más precisa y actualizada, también le son afines conceptos como pravedad, cohecho y soborno.
Sin embargo, en su esencia, (aun en su esencia histórica), la palabra corrupción se refiere a una institución o a individuo que se han desviado de los objetivos a los que se deben y ha transformado su naturaleza para atender a intereses particulares que resultan ilegales, inmorales o ambos.
En todos los gobiernos de la pos-invasión surgieron escándalos, pero es evidente que, en los últimos cinco años, la denuncia de una gran cantidad de casos de corrupción en la administración pública, en la empresa privada y en la política, han conmovido a la opinión pública. Entre los más sonados estuvieron el soborno de funcionarios por la empresa brasileña Odebrecht, escándalos de entidades bancarias como Estrella Mar, los Panamá Paper (que involucran a poderosas firmas
de abogados), planillas de la Asamblea Legislativa que movían fondos y contrataciones que quedaron sin justificaciones, etc.
En este escenario resaltan la confrontación entre los diputados de la asamblea y el contralor de la república, en la pasada administración del presidente Varela.
Cuando el uso constante de estructuras o instituciones de manera corrupta hace que los individuos en ella sean absorbidos por su dinámica, podemos hablar ya de institucionalidad corrupta. Hay instituciones que por la naturaleza de su actividad y funciones son especialmente asechadas por la incitación a la corrupción, como son los casos de las aduanas, puertos, juzgados, etc. A veces, en un espacio determinado (región, estado, lugar) varias instituciones se articulan por su vinculación funcional para hacer lo contrario a aquello para lo que han sido destinados
Si bien podemos decir que la corrupción ha estado presente en todas las sociedades a lo largo de la historia, el problema se plantea cuando la expansión del fenómeno rebasa la tolerancia de su entorno con respecto a él. Entonces fenómeno y entorno entran en contradicción. Si el fenómeno, por el grado de su expansión, no es tolerado por su entorno, se dará una crisis. Así, o el fenómeno emergente (para el caso la corrupción) se vuelve determinante en su contexto, o el entorno genera los mecanismos para rechazarlo, disminuir, dividir o destruir al fenómeno o irruptor.
Dicho con mayor precisión y con respecto al tema aludido: o la corrupción destruye el ambiente político y social en su proceso de expansión, o el entorno social y político limita a la corrupción, la condiciona, la debilita o la destruye.
La corrupción y su percepción por parte de la población generan desconfianza en la colectividad, lo que estimula la multiplicación exponencial de la violación de las normas.
Y es que las sociedades y sistemas corruptos responden a intereses individuales, por lo que son refractarias a los sistemas organizados y al propio orden.
Es por ello que debemos intentar medir si la sociedad panameña está reaccionando o no a su percepción de corrupción en el país.
En este sentido, podríamos tener un indicador de importancia en la reacción de la población en la coyuntura electoral pasada.
El voto además sirve para dar oportunidades a determinados individuos o partidos políticos de sanar o hasta reconstruir la confianza ciudadana y el orden institucional y político. Además, el voto puede remover de sus cargos a personas percibidas como corruptas.
La distribución del voto en las elecciones pasadas podría indicar que los escándalos de corrupción afectaron la opinión pública y al sufragio. De ser así, este es el primer indicador “serio” de la existencia de una masa más o menos importante
de ciudadanos y ciudadanas que muestran su animadversión contra actores y partidos políticos del status cuo.
Apoyando esto hacemos las siguientes consideraciones.
El porcentaje de personas habilitadas para votar que efectivamente lo hicieron fue inferior a los porcentajes acostumbrados en este tipo de contienda.
Las candidaturas independientes para la presidencia de la república y otros puestos de elección obtuvieron importantes cantidades de votos.
El partido Panameñista, hasta entonces en el poder, quedo en una muy difícil situación.
Aunque hubo, sin duda, muchas variables que condicionaron el voto de los panameños y panameñas como el clientelismo, el impacto individual de la problemática social, etc. amerita un sondeo sobre el peso de voto por percepción de corrupción y/o principios, es decir el voto ético.
El autor es docente universitario.