Por: Licenciado Gabriel De Gracia
Presentación: El COVID-19 parece haber golpeado nuestra vida en todos los sentidos,incluso en el aspecto ético. Estamos viviendo momentos en que se contraponen dos
actitudes: la generosidad versus el egoísmo. Obviamente no es algo nuevo, pero es un
hecho que adquiere una mayor saturación en los tiempos de crisis (aunque es verdad que
siempre estamos en un estado de crisis, de cambios, hay momentos que esa crisis alcanza
un nivel muy álgido y difícil de asumir). Pero, antes de aterrizar en ejemplos que ofrecen
una demostración de esta crisis de valores, repasemos el concepto de ética y
destaquemos su importancia para el logro de una cultura de paz y generosidad.
Ética y su importancia: La palabra ética viene del griego “Ethos”, y significa “costumbre”.
Es una rama de la filosofía que se dedica al estudio de lo que es correcto o incorrecto. Es
decir, de aquello que es favorable, bueno a la sociedad. La ética ve el comportamiento
humano como problema, y por ello se plantea ¿Qué es lo que se quiere de un ciudadano?
Ella propone como solución que sea honesto, amable, generoso, decente, trabajador, en
definitiva virtuoso (como decía Aristóteles). Y es en este sentido que cuando hablamos de
ética no hacemos más que referirnos a la búsqueda del actuar correcto en nosotros
mismos y la sociedad. Su importancia básicamente radica en que orienta nuestra
convivencia.
Desde los 10 mandamientos de Dios en la religión judía, hasta los más
elaborados códigos de ética profesional en la actualidad, siempre ha existido la necesidad
de encontrar sentido a nuestra coexistencia.
Pros y contras: Como disciplina filosófica ha encontrado numerosos problemas como el
relativismo moral. Definir objetivamente lo que es correcto o incorrecto, parece un poco
difícil. Lo que es bueno en algunas culturas, es aberrante para otras. Pero de todos modos
existe la tendencia a reconocer algunos valores universales asimilados por todos, como el
amor y la libertad. Y en esa línea podemos avanzar en el diálogo.
Relación con la educación: Los valores son adquiridos, los aprendemos. Aunque no hay
que desestimar la importancia de la conciencia como realidad conciliadora de ese
aprendizaje. La formación ética de los ciudadanos es la que permite una sociedad buena.
Si desde niños aprendemos que no debemos tomar lo que no nos pertenece, asumir con
responsabilidad la consecuencia de nuestros actos, rechazar los actos egoístas, respetar
las libertades individuales, participar en las decisiones de la comunidad, etc., estaremos
construyendo una realidad mucho más favorable para todos. Pero si nos hemos formado
en el permisivismo (todo me es permitido), el “juega vivo”, la búsqueda de dominio sobre
los demás, y pensar sólo en la satisfacción de “mis” necesidades, estaremos creando un
campo de batalla, en la que se aplica la ley del más “fuerte”.
Crisis de valores, crisis humana: seguramente hemos escuchado la expresión: “hay crisis
de valores”. Y es posible que nosotros mismos lo hayamos pensado cuando vemos un par
de jóvenes arrojando al vacío un gatito, o dejando a la fiera de los lagartos una inocente
perrita. Podemos hacer una lista de situaciones que nos hacen pensar en la crueldad
humana, como la de aquella joven que descuartiza a su propia madre o, la del hombre que
no dudó en dispararle a su padre (aunque estos ejemplos pertenecen más a un problema
psicológico, algún componente ético tienen de fondo). Es posible entender esta crisis de
valores cuando vemos a empresarios que proyectan una estupenda beneficencia social a
costa de medidas injustas en sus empleados, o cuando vemos a nivel internacional un
notable crecimiento económico, versus una calidad de vida empobrecida a nivel nacional.
Da mucho dolor como la clase política se roba millones de dólares, y salen impunes en el
sistema de justicia.
Pero, ¿Cuál es el origen de esta crisis de valores? Más allá de los actos, hemos de pensar
en el ser humano en mismo. El hombre moderno está enfermo, su propio sentido de la
vida está en crisis. El ser humano está viviendo una deshumanización, es decir, está
dejando de comprenderse a sí mismo como fin, para entenderse como medio. Y esto se
debe también a la crisis educativa que estamos viviendo. No nos educamos para ser, sino
para hacer. Por ejemplo, es común en países altamente competitivos, que haya una gran
cantidad de suicidio entre jóvenes que se sienten incapaces de lograr buenos estándares
de productividad.
Lectura ética de una situación pandémica: ¿Cómo se vive esta crisis de valores, en medio
de la crisis sanitaria? Pues, a lo largo de la historia la humanidad ha sufrido muchas
pandemias (pestes, le llamaban los antiguos). La más antigua de la que se tiene constancia
fue la que ocurrió en el momento de mayor esplendor del emperador Justiniano. Fue tan
fuerte que la cantidad de muertos superaba a los vivos y provocó una crisis económica
que impulso en cierto modo la caída del imperio bizantino. Y para mediados del siglo XVI
apareció una de las pandemias más devastadoras de las que se tiene registro: la peste
negra o peste bubónica. La población europea para ese entonces descendió de 80 a 30
millones de personas. Otras pandemias también han azotado a la raza humana como
como la viruela, la gripe española, la gripe asiática, el VIH. Y de todas ellas hemos
aprendido, en medio de la crisis, grandes lecciones de solidaridad. Así es, pandemia no es
solo sinónimo de muerte y crisis económica, también es sinónimo de solidaridad, de COresponsabilidad, honestidad, preocupación por el otro. Las pandemias ponen en crisis la
concepción utilitarista del ser humano, para sacar a flote su sentido de la vida. Ante la
muerte, el ser humano se siente intimidado, pero es capaz de reaccionar y darle una
revisión a su escala de valores. ¿O quién de nosotros prefiere proteger su productividad a
cambio de su propia vida?
EL COVID-19 junto a las pandemias que le han precedido han dejado en evidencia la falta
de ética que hay a nivel gubernamental. Los líderes han sacrificado la vida de muchas
personas por reaccionar de forma tardía a las medidas de prevención pública. Pocos han
asumido su responsabilidad por encima del prestigio, y el poder político y económico. Y las
medidas de acción comúnmente se generan por parte de las autoridades después de
avanzada la enfermedad. Por otro lado, la respuesta social tiende a extremarse. Por un
lado la angustia y el terror (hay quienes aprovechan la ocasión para dar una lectura
apocalíptica), y por otro lado el escepticismo (no faltan los que piensan que todo esto es
una estrategia de coacción social, una mentira o una pantalla). Ninguna de estas actitudes
refleja un comportamiento adecuado que facilite el bienestar de todos. Algunos científicos
afirman que las pandemias incluso pueden predecirse si se toman las decisiones
gubernamentales y sanitarias adecuadas ante el mal manejo de algunas industrias
alimentarias, el cuidado del medio ambiente, y la educación de la población. Y yo me
atrevo a afirmar que de fondo, la crisis sanitaria, económica y hasta emocional por la que
atravesamos en nuestros días, se debe una crisis ética.
Cuando el hombre aprenda a ser responsable no sólo de sí mismo, sino también de los
demás, entonces marcharemos hacia una cultura de generosidad. Educar al ciudadano en
el poder sus decisiones, evitará que el político deje de pensar en llenarse sus bolsillos, que
el empresario empiece a velar por la seguridad de sus empleados, el profesional vele por
el desarrollo de la sociedad, que el hombre y la mujer en definitiva sea co-responsable.
Criterios de recuperación ética: quizás lo primero que hay que hacer es no desanimarse
ante la falta de formación ética en la familia, escuela, instituciones. Sencillamente
propongo comprender que esto se debe a una falta de formación en las raíces mismas del
hogar. Pero, al mismo tiempo propongo RECUPERARNOS de esta visión borrosa del ser
humano. Empezar a SER CONCIENTE de nuestras acciones, y reflexionar en el impacto que
tiene en mi entorno. Tenemos el poder de transformar la realidad social desde mi
comportamiento personal. Finalmente, promover y participar de acciones que permitan la
creación de espacios de justicia y paz. Parafraseando un dicho popular, “Haz bien… y
promueve el bien”. No tengas miedo a actuar correctamente. De ti depende que la
sociedad sea un poco menos egoísta.
Pregunta:
¿Cómo he vivido mi responsabilidad en medio de la crisis sanitaria del COVID-19?
*El autor es profesor de ética.