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Explosión en el Saratoga no fue una bomba

Tomado del Diario Granma

La noticia voló. ¿Qué suceso no vuela en estos tiempos? «¡Se derrumbó el Saratoga!». «¡Explotó un hotel en La Habana!», se escribe, se dice, se escucha. Por experiencia propia, y por ser testigo del pensamiento de varias personas que estábamos juntas al saberlo, podemos dar fe de que no hay modo de que el supuesto primero en venirnos a la mente no haya sido: ¿Será una bomba?

No es casual que sea esta la idea que, antes que todas las posibles, se nos presente. Tampoco que periodistas que llegaron al sitio del siniestro informaran por diversas vías y con prontitud que no fue una bomba, sino un accidente.

No suele ver Cuba sucesos de este tipo. No está acostumbrado el pueblo cubano a atestiguar incidentes nefastos como este que ha derribado al Hotel Saratoga, debido a un accidente.

Hotel más derrumbe remite al cubano conocedor de su historia a pensar en otros desastres, tristísimos, pero no accidentales, sino bien calculados y posteriormente perpetrados por Estados Unidos, detrás del mercenario capaz de ejecutarlos.

Cuba ha llorado un sinnúmero de actos terroristas , empeñado en frustrarle los avances, aniquilar su prosperidad, aislarla del mundo, opacarle el esplendor de su paz y su turismo.  El pueblo cubano ha sufrido por pérdidas materiales y humanas provocadas por estos actos, para los que muchas veces han seleccionado justamente estos recintos.

En julio de 1997 se colocaron explosivos en los hoteles Capri y Nacional. En ambos se produjeron daños materiales y en este último tres heridos. Los hoteles Chateau Miramar, Copacabana y el complejo hotelero Neptuno-Tritón fueron víctimas de detonaciones en septiembre del propio año. El explosivo del Copacabana le arrancó la vida al joven italiano Fabio di Celmo. En la noche del 4 de septiembre, fecha en que ocurrieron los hechos, el restaurante La Bodeguita del Medio fue también escenario de una explosión.

Fue este un accidente, y ante el dolor, no llora ni reacciona solo una porción habanera, donde ha acaecido este infortunio. Cuba, presta a la solidaridad y a esa maña lejanamente aprendida de querer poner su corazón cuando puede contribuir a paliar de algún modo el daño, se ofrece completa para lo que haga falta, para acompañar, para donar sangre, para poner su hombro.

Pronto sobraron compatriotas para trasladar a los niños de la escuela contigua hasta la Asamblea Nacional, ubicada frente al escenario del desastre. Ágiles fueron los brazos que pusieron a salvo a todos los pioneros, defendidos por seres que no conocen, pero que en ese momento habrían dado la vida por proteger sus pequeños cuerpos.   

El pueblo estuvo allí, presto a ayudar, para lo que hiciera falta. Díaz- Canel y otros directivos en el lugar tampoco es cosa que asombra. Formados por la escuela de Fidel, sus rostros ven con ojos propios lo mismo cada obra que cada contingencia. Citar ejemplos sería redundar. Esa es Cuba, la que actúa según sus latidos. La que puede lo mismo aplaudir acompasadamente ante un hecho feliz, que disponerse, tras enjugar su rostro, a condolerse, rescatar y rehacer. 

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