Por Filemón Medina Ramos
Periodistas, líder sindical y social
Hace un año, hice el recorrido que los periodistas asesinados en Uchuraccay realizaron, gracias a los compañeros de la Asociación Nacional de Periodistas del Perú (ANP) y experimenté la mística que envuelve esta historia de lucha, de justicia y libertad, que no solo involucra a los profesionales del periodismo y familiares de los asesinados, sino también a todas las comunidades circundantes, donde las autoridades comunitarias, académicas y pobladores, se suman a los actos recordatorios y se solidarizan con la justa reclamación de los periodistas, representados por la ANP.
Para los familiares de las víctimas, con quienes compartí esta jornada, como Doña Rosa Argumedo, hija del guía Juan Argumedo García y Doña Eudosia Reinoso Vda. Del periodista Félix Gavilán Huamán, el recorrido no deja de ser doloroso. Sin embargo, te permite reflexionar sobre una situación que vivió el país y que paradójicamente, pareciera repetirse, guardadas las proporciones, con las muertes ocurridas en Ayacucho, tras el golpe de Estado a Pedro Castillo, en diciembre del 2022, que ha debilitado la democracia, pues se silenció y criminalizó el disenso y la protesta social.
Pero volviendo al dramático acontecimiento que se dio el 26 de enero de 1983, cuando la violencia interna sacudía al Perú, es oportuno señalar que en la provincia de Huanta (Ayacucho), en la comunidad de Uchuraccay, fue donde se desencadenaron una serie de hechos que marcaron la vida de los lugareños, del periodismo peruano y latinoamericano caribeño, que aún estremece los cimientos de la memoria histórica, de quienes año tras año, día tras día, mantienen vivo en sus recuerdos los sueños y esperanzas de justicia y libertad, que reclaman nuestros pueblos.
Es así, como un grupo de periodistas, ocho para ser exactos, salieron en búsqueda de información sobre un hecho de violencia, que se relacionaba a Sendero Luminoso y que se había registrado en un poblado de la región de Ayacucho. Cuando la infausta y traicionera muerte los sorprende.
Los ocho compañeros partieron del hotel Santa Rosa, ubicado en la ciudad de Huamanga, donde se hospedaron la noche anterior y desde donde salieron con dirección al centro poblado de Huaycha, en el distrito de Acos Vinchos. Durante su andar se les sumó el guía Juan Argumedo, quien los acercaría hasta las inmediaciones de Uchuraccay, el último punto antes de su trágico destino, según el reporte de la comisión de la verdad.
La tensión en la región era fuerte, por lo que revela el informe de la comisión, más aún “por la decisión de varias comunidades de enfrentarse a Sendero Luminoso (SL), como por el reciente ingreso de las Fuerzas Armadas a la región. Los periodistas fueron detenidos a la entrada de Uchuraccay y asesinados con piedras y palos. Uno de ellos, Willy Retto, consiguió tomar algunas fotografías antes de morir. El guía y un comunero serían ejecutados posteriormente”.
En medio de esta realidad, los ocho periodistas partieron en busca de la verdad, verdad por la cual murieron y trascendieron en el tiempo y espacio, dejando un legado de valentía y perseverancia para el periodismo.
Hoy, a 41 años de la masacre de Uchuraccay, recordamos a Octavio Infante García, del Diario Panorama de Huamanga; Jorge Sedano Falcón, del Diario La República; Willy Retto Torres y Jorge
Luis Mendivil Trelles, del Diario El Observador; Eduardo de la Piniella Palao, Félix Gavilán Huamán y Pedro Sánchez Gavidia, del Diario de Marka; Amador García Yanque, del Semanario Oiga; al guía Juan Argumedo García y a Severino Huáscar, que defendió a este último.