La otra noche me levanté de madrugada tras escuchar un ruido, estaba tan oscuro y medio dormido que me tropecé. Caí y me rompí la cabeza y la nariz. Adormilado no me pude levantar en el instante… De pronto me estaba ahogando con la sangre, no sé si fueron solo unos dos o tres segundos, pero me parecieron eternos.
Con un movimiento brusco pude voltearme y respirar. Después de eso me tomé unos días para recuperarme del accidente y de paso me puse al día con un seminario que estoy tomando.
Al paso de los días, me dediqué algo de tiempo, algo que no hacía hace mucho. De repente me empezaron a escribir varias personas, únicamente respondí a las de trabajo. Como siempre estaba encantado con la soledad y la tranquilidad.
El lunes cuando me reintegré a mis labores, Irma -una colega- estaba molesta por los días que estuve ausente sin dar explicaciones.
En tono de regaño me encaró: “bien lo dijo Margaret, déjenlo, él está bien así, se pone parco de vez en cuando”. En diferentes situaciones debemos tomarnos unas vacaciones.
Margaret en algún momento, fue más que una amiga , salimos un par de veces, cuando ambos estábamos solteros. Luego nos distanciamos, años más tarde volvimos a salir con la diferencia de que ella tenía novio.
La verdad es que no recuerdo cómo fue, de lo físico pase a lo sentimental -solía alejarme cuando sentía que me estaba enamorando-. No digo que Margaret no sintiera algo por mí, pero me estaba convirtiendo en su paño de lágrimas, “mi novio esto o lo otro”, pero siempre se arreglaba con el tipo.
Yo era su balance de cierta forma… Hasta que le dije de la mejor manera posible lo siguiente: “Que me tenía que alejar, que ella para mí era más que una amante, mientras que yo para ella era un desahogo”.
Fue duro decirle lo que sentía y a la vez hasta pronto… Una parte de mí quería escuchar: no te vayas. Después de todo lo que pasamos, dejé la decisión en sus manos, era una parte de mí que no quería dejar marchar.
Siempre será difícil decirle a una persona que amas que debes irte o hasta aquí.