InicioOpiniónLa intentona golpista en Bolivia y el fantasma del militarismo

La intentona golpista en Bolivia y el fantasma del militarismo

Por Marcos Castillo Pérez

Juan José Zúñiga, el militar boliviano que encabezó el intento de golpe de Estado en Bolivia era hasta entonces el comandante general del ejército, Zúñiga Macias es un controversial jefe uniformado que ha estado involucrado en varios escándalos como desfalco de dineros públicos, así como tratos con narcotraficantes, pese a su mala relación con el expresidente Evo Morales se había mantenido en el alto cargo gracias a sus habilidades en inteligencia militar.

Sin embargo este miércoles salió de los cuarteles e intentó tomarse la presidencia del país del altiplano al arremeter con tanquetas y un regimiento armado la Casa del Pueblo desde donde despacha el presidente constitucional Luis Arce Catacora, Zúñiga exigía el cambio de gabinete y un “cambio de rumbo para el país” pero con lo que el militar sublevado no contaba era con la determinación y gallardía de Arce, quien bajó de su despacho y lo confrontó, ordenándole que se retirara, que respetara la constitución y las leyes de Bolivia, tampoco contaba el golpista con la reacción decidida del pueblo boliviano y las organizaciones sociales del país que una vez conocida la noticia del levantamiento militar se apersonaron al Palacio Quemado o Casa del Pueblo para respaldar a Lucho, como coloquialmente se le conoce al gobernante, los ciudadanos rodearon las tanquetas y se interpusieron a los sublevados sin retroceder pese a los disparos al aire y las bombas lacrimógenas que lanzaron los uniformados para tratar de dispersarlos.

Fueron momentos intensos pero cruciales, Luis Arce luego de encarar al jefe militar y a los sublevados procedió inmediatamente a remplazar a la cúpula militar a quienes juramentó y a renglón seguido dirigió un mensaje a la nación, a los golpistas no les quedó otra alternativa que retirarse a sus cuarteles mientras el Ministerio Público ordenaba una investigación de los hechos que iniciaría con la inmediata orden de detención de Zúñiga y sus aliados por la fallida toma del poder.

Lo ocurrido en Bolivia parecía una repetición de lo acaecido en noviembre de 2019 cuando el ejército boliviano en componenda con la oposición política tradicional compuesta en su mayoria por sectores que controlan la economía del país le dieron un golpe de estado al presidente de ese entonces Evo Morales.

Esta vez la revuelta militar no prosperó, sin embargo, amplios sectores de la derecha en todo el continente dieron un amplio despliegue al que denominaron golpe de estado o derrocamiento del gobierno de izquierda en Bolivia, los medios de comunicación controlados por estos sectores transmitían únicamente las imágenes del ataque a la Casa del Pueblo y la entrada con tanquetas por parte del general Zúñiga y los sublevados, pasado el tiempo y ya controlada la intentona los medios y agencias de noticias continuaban hablando de un golpe de estado en Bolivia y hasta de un supuesto arresto del presidente Arce.

Pero esta vez y para disgusto de los sectores que no aceptan que en Bolivia después de varios siglos la mayoria indígena gobierne teniendo a la cabeza a un presidente progresista, la sublevación fue sofocada por la valerosa determinación de los ciudadanos y de su digno gobernante constitucional que en un gesto de valentía le hizo frente a los entorchados, le dio una reprimenda al cabecilla de la intentona a quien conminó a respetar el sistema democrático y la constitución “ No se equivoque, general Zúñiga, retírese y evite un baño de sangre” le ordenó el mandatario mientras le mostraba el bastón dorado con la cabeza de un cóndor dorado símbolo del poder en Bolivia.

La intentona fue sofocada, pero medios internacionales, adversarios de Arce y el propio general Zúñiga hablan hoy de un supuesto auto golpe, sin embargo, esa tesis se derrumba toda ves que el militar sublevado y sus colaboradores han sido detenidos y acusados de insurrección por la justicia boliviana.

Lo cierto es que la sombra del militarismo y la salida de uniformados de los cuarteles sigue enturbiando el desarrollo de las democracias en la región, ya ocurrió en Honduras en junio de 2009 cuando el mandatario electo democráticamente Manuel Zelaya fue depuesto por los militares y reemplazado por el presidente del congreso que respondía a los intereses del poder económico, en aquella ocasión, los sectores empresariales del continente y sus gobiernos aliados, respaldaron ese atentado contra la democracia, un episodio similar se repitió justamente en Bolivia en 2019 cuando las fuerzas militares en asocio con los oligarcas de ese país derrocaron al presidente constitucional Evo Morales, nuevamente el poder económico de la región y el propio secretario general de la OEA apoyaron abierta y descaradamente a los golpistas.

Esta vez no pudieron destapar la champaña para celebrar, pero nuevamente ha quedado evidenciado, que para esos sectores hegemónicos la única democracia que vale es la que sirve a sus intereses, para los ciudadanos de la América de habla hispana no queda otra alternativa que seguir luchando, no solo por la democracia, sino tambien por la libertad y la igualdad, para tratar de lograr la fraternidad con la que soñaron y por la que ofrendaron su sangre, los revolucionarios franceses del siglo XVII.

El autor es comunicólogo y ex presidente del Colegio de Periodistas

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