El domingo por la mañana tuve que salir muy temprano y no tuve tiempo de tomar café, por lo que tuve que hacer una parada en el Starbucks de Calle 50, para pedir un Expreso y reanimarme.
En eso veo una señora con cuatro niños … “Hola, ¿cómo estás?… tiempo sin verte ¿Qué es de tu vida”?
Como no sabía quién rayos me hablaba, me limité a contestar: ¡hola… bien, un placer verte!
Mi mirada me delató, ella me dijo: Soy Karla, nos conocimos en la Universidad. Soy a la que le decías… arquitecta”.
Me sentí apenado, es que había cambiado un montón, en eso su hijo más pequeño, empezó un señor berrinche, por lo que se tuvo que ir, no sin antes darme un beso en la mejilla.
Haciendo algo de memoria me acordé como conocí a Karla.
Un día sacando los créditos de la “U” en la Colina, sopló una brisa y me voló los papeles, en eso veo unos blue jeans, que se contoneaban como el vaivén de las olas.
Ella pisó mi recibo, yo veía por el agujero en sus pantalones ajustados, mientras subía la mirada.
Me dejé llevar por el impulso, cuando recapacité y volteé la mirada para ver a mi novia que estaba detrás de mí. Ya sabía que estaba en problemas.
Karla esperó que me hicieran el “chiquishow”. Me tuve que aguantar el reclamo al frente de toda la gente, es que no tenía como defenderme.
Hasta mi mamá se metió en esa pelea -a diferencia de la mayoría de madres-la mía siempre se pone del lado contrario.
Karla estudiaba arquitectura, así que desde ese día buscaba cualquier pretexto para ir a esa facultad.
Un día el salón de mi amigo Adolfo, que estudiaba Técnico en Edificación, hizo una venta de rosas, así que aproveché para enviarle una con el poema “Táctica y estrategia” de Mario Benedetti.
Mientras entregaban mi encargo me entretuve conversando con un estudiante argentino, que me hablaba de un tal Firmenich , mientras fumaba un pucho -cigarrillo-. Karla me mandó a decir que dejara de buscarla.
Meses después, un viernes de protesta me le acerqué para hablar un rato. Una cosa llevó a la otra, mientras en la Transitmica se escuchaba él ¡Pum! ¡Pum! De los antimotines, nosotros nos comíamos a besos.
Una lluvia repentina nos hizo correr hacia el Tual, nos metimos detrás de una mampara. Como tenía falda seguimos en él toqueteó, entremezclado con besos. Nos dejamos llevar por el momento, le bajé el bikini, nos acomodamos en una silla e hicimos el amor en ese lugar.
Esa fue la primera vez que fui infiel. Ella ha cambiado muchísimo, dejó de ser la chica atrevida para ser una señora de familia.