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Recordando la pasión de La Habana

Todavía quedan restos de humedad
Sus olores llenan ya mi soledad
En la cama su silueta
Se dibuja cual promesa
De llenar el breve espacio en que no estás …. (De una canción de Pablo Milanés).

Tras varios días de encierro -forzado por el Covid-19-, mi paciencia se vuelve impaciente. Ya no sé qué leer… Feuerbach, Jorge Luis Borges, Charles Dickens, Edgar Allan Poe, Julio Verne y hasta algo de Neruda.

Luego de escuchar el último parte del Gobierno sobre la Pandemia, me preparo un destilado de petróleo -un café cargado- y enciendo la radio. Escucho algo de música mientras disfruto uno de los grandes placeres de la vida, un tinto, como le dicen en el país vecino.

De pronto escucho un tema de Pablo Milanés… El breve espacio… Como un loco me río
recordando mi primer viaje a La Habana, cuando conocí a Mercedes Caridad Yordanka Rodríguez Cienfuegos… Una mulata hermosa…

Mercedes no solo era una cara bonita, con un cuerpo caribeño de ensueño, para mi sorpresa tenía estudios en matemática, filosofía marxista, teatro y arte.

La primera vez que nos vinos en el Malecón de la Habana Vieja, ella estaba dibujando el
panorama… Nuestra guía creó que se llamaba Yurielkis, me dijo con ese clásico acento cubano “chico te voy a decir, yo no sé cómo sea en tu país, pero si te gusta esa mulata, ve y háblale a ver qué pasa”.

Caminé unos pasos y la invitó a tomar algo, así sin vacilar, ella escoge el cafetín donde
conversamos por largo rato.

“En Panamá la gente es tan tímida como tú”, me reclamó en un tono algo prepotente. En esa época tenía como 20 años sin la experiencia que tengo ahora.

Un compañero de la facultad nos interrumpe. ¡Eyyy aquí no vinimos a levantar mujeres, nos tenemos que ir! Me despedí de Mercedes pensando en que no la vería más.

A eso de las nueve de la noche, en la casa que nos dio hospedaje había tremenda fiesta, bailoteo, música, mucha bebida y comida, me uní como buen caribeño. De pronto uno de los tipos me dice: oye pana te busca una jeba.

Yurielkis le había dado la dirección de donde nos quedamos los panameños en esa ocasión.

Salgo al portal, era Mercedes, me besa… Yo le correspondí por inercia, ella me susurra el oído “vamos a mi casa”.

Con algo de temor le tomé la mano y la seguí… Fue una noche de pasión y locura. A parte de ser
una intelectual, Mercedes era experta en las artes de amar.

En aquél entonces, no existía el Caballero sin Memoria. Era apenas un muchachito idealista y tímido. Mercedes en cambio, no se podía comparar la experiencia que mostró aquella noche con la edad que aparentaba.

Al día siguiente volví al Malecón, Mercedes comenzó a dibujarme, noté que solo fue la mitad de mi cara. Cuando le pregunté ¿Por qué? Me respondió: cuando vuelvas a Cuba lo terminaré.

Regresé a la Habana 10 años después y no hice el mínimo esfuerzo por saber qué había sido de Mercedes Caridad Yordanka Rodríguez Cienfuegos. No me atrevía a correr el riesgo de no regresar a Panamá.

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