InicioEntretenimientoRobando miradas un domingo por la mañana

Robando miradas un domingo por la mañana

Soy de las personas que siempre he pensado que las cosas se hacen o se dicen cuando las sientes.

Es decir, nunca digo o hago algo que no sienta -dar un regalo, decir te quiero o te amo, etc.-.

La otra tarde me senté a escribir y logré concretar tres temas, por alguna razón tonta no guardé el texto hubo un apagón y se perdió todo el material.

Luego de eso intenté recordar lo que escribí sin muchos resultados, pasaron los días y nada.

El domingo voy al supermercado en pantalón corto, suéter y zapatillas, me veo reflejado en una puerta de vidrio, me rio solo… En realidad, parezco un gringo jubilado.

Paso por una acera llena de tapa vecino, me voy relajando, meto el pie en una alcantarilla destapada, por suerte no es muy profunda.

Rompiendo el silencio pasa un taxi, con el silenciador roto… el sol está en su punto a pesar de que no son ni las 10 de la mañana.

Una brisa fuerte trae un olor particular muy agradable, en la esquina dobla una joven en un Leggings deportivo, pienso en voz alta “ella es la que huele rico”.

“Es Eternity Moment de Calvin Klein”, me sorprendí vi que llevaba audífonos, nunca pensé que me escucharía. Retoma la marcha y me sonríe.

Por fin llegó a mi destino, en la puerta la seguridad me da la bienvenida, le brinda alcohol para las manos.

Lo primero que veo es una muchacha de unos 30 años, con un vestido muy ceñido, cruzamos miradas -comienzo a medir si la conozco-.

Tomó un carrito para echar las cosas, recuerdo que quiero traer a mis sobrinos a la casa -comen cosas distintas-, voy por cereal para ambos, galletas y otros checheritos.

En lo que estoy decidiendo si llevo unas galletas de pasitas o de jengibre, escucho unos gritos de unos niños, antes que pueda reaccionar ya estoy de bruces en el suelo.

Alguien me intenta poner de pie, es la mamá de los chiquillos. “Disculpe lo siento. De verdad lo siento”.

Me voy reincorporando… Ni siquiera me había percatado que la señora andaba en falda.

En realidad, fue tan rápido que no pensé nada más que el trancazo.

Ya de pie veo a sus hijos algo asustados, les digo para calmarlos “no pasó nada”.

La joven madre está doblemente apenada, ya que cree que vi algo más de lo debido.

Me dirijo a la nevera donde están las cosas congeladas, tomo un pedazo de pavo y me lo colocó en la mejilla.

“De verdad que estás bien”. Si estoy bien, y no vi nada más que estrellitas. La mujer se sonroja.

Al final me dio su teléfono celular para que la llamara si me sentía mal.

No voy a negar que la tipa es simpática, no sé cómo de 35 años y mínimo dos hijos, estaba sola y no tenía anillo -siempre me fijo en eso-.

El golpe no era la gran cosa, pero la mujer se notaba muy asustada.

Fingí anotar el número, es que evito salir con mujeres con hijos, no porque no me gusten los niños, es que tiendo a encariñarme con los pequeños y quedo extrañando a la mamá y a los niños.

Voy a pagar, la cajera esta me mira… Ya no aguanto y le pregunto.

Oye ¿qué tengo, toda la mañana he notado que me miran?

Pienso, será que no me lave la cara, o es que ando vestido como caja fuerte.

¡Caballero, no sé las demás, pero yo lo veo guapo!

Su respuesta me dejo reflexionando en el consejo que le brinde alguna vez a una amiga.

“En ocasiones el ser humano se resta valor y no sé con el valor real que tiene”.

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