Por José R. Herrera B.
Periodista y educador
josegladiador63@gmail.com
Mario El Pobre acaba de llegar desnudo al mundo de los mortales en compañía de un montón de personajes. Hay alboroto, empujones, gritos y gente tratando de colarse en una de las dos filas que llevan directo al lugar donde están repartiendo la ropa que les tocará llevar en la vida terrenal.
Una de ellas es extremadamente larga y el caos por establecer quien llegó primero es evidente; la otra es groseramente corta y los que la forman no tienen prisa, están seguros de que cada uno ya tiene asegurado su vestido.El local tiene dos entradas, una para cada fila, y un balcón donde esta el diseñador que ordena todo.
Mario El Pobre escuchó su nombre a través de un grito que cae desde el balcón, es el diseñador que le ordena tajantemente que debe formar la fila más larga. Un hombre, que tiene tatuado en su cuerpo los largos y duros años de su vida, ve desde la acera la comedia social que hace rato él protagonizó.
Mario, esta confundido, no entiende nada, lo mira, se le acerca y le pide una explicación. Amigo, dice el tatuado, te ha tocado por llevar el apellido “El Pobre” formar la interminable fila que te lleva a buscar los harapos que vas a vestir en esta vida.
Esa ropa regalada esta confeccionada con la tela de la desigualdad, inequidad y falta de oportunidades. Cuando te vistes con ella, sientes el peso de la injusticia, de la inseguridad, del hambre, de la falta de educación y de salud. No puedes cambiarte a la fila corta, la vigilan y solo la forman los políticos corruptos, los capitalistas salvajes, los oportunistas y los juega vivo.
Ellos van a vestir traje de sastre, prenda de confección a la medida y personalizada que les permitirá proyectar con elegancia su poder y control social. Ese vestido este hecho a mano exclusivamente para ellos y les permite gozar de las riquezas mal habidas, de las influencias y de la impunidad.
Periodista y educador