Por Jorge I. González
Abogado
El 24 de febrero de 2022, las fuerzas armadas de la Federación Rusa cruzaron las fronteras de su vecina Ucrania, avanzando en dirección a la capital Kiev, el Donbass, Jarkov, el corredor terrestre del Mar Negro, de Mariopol a Crimea, y la región de Jerson. Se trató de una campaña relámpago. Tras repliegues tácticos, ataques y contra ofensivas, el territorio controlado por fuerzas rusas y antifascistas ronda el 20%. Antes de ahondar en la situación actual de la guerra, que arriba a su tercer aniversario, creemos importante hacer mención de algunas generalidades.
Históricamente, ha existido una tendencia de las potencias occidentales, de todas las épocas, a expandirse al este de Europa, especialmente, contra Rusia, dueña de vastas zonas cultivables y abundantes en petróleo, gas y otros recursos. En la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), dicha tendencia se manifestó a través de la invasión combinada nazi fascista, en 1941, contra la Unión Soviética, URSS, a la que estaban adheridas Rusia y Ucrania. En la invasión nazi alemana, colaboraron la Italia de Mussolini, la Hungría del Mariscal Horty, Bulgaria, Rumania de Ionescu, Finlandia, la División Azul del español Franco, y fascistas de los territorios ocupados por los nazis en Francia y de la propia URSS. Los fascistas ucranianos tuvieron un nefasto papel en el Holocausto. La invasión fracasó tras la heroica lucha de las fuerzas socialistas soviéticas. Rusia fue la más grande de las repúblicas soviéticas.
Transcurrida la Guerra Fría, entre el occidente capitalista y el bloque socialista, al desintegrarse la URSS en 1991, Ucrania pasó a ser un estado independiente, igual Rusia, y el territorio ucraniano fue considerado por Rusia y las potencias occidentales, como espacio de amortiguamiento para evitar nuevos choques históricos. Las potencias occidentales, aglutinadas en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, acordaron con Rusia que no se ampliarían a los antiguos estados de Europa socialista, lo cual no fue respetado. El nuevo objetivo fue la fragmentación de Rusia, su riqueza y contrarrestarla como contrapeso mundial.
En 2014, una insurrección de ultraderecha aupada por occidente, tomó el poder en Kiev, capital de Ucrania. Se desató el odio étnico de corte neo nazi fascista contra los pueblos no ucranios, especialmente, parlantes rusos, y la persecución a socialistas y progresistas. El cenit de la percepción fue la masacre de Odesa, donde fueron quemados más de 40 luchadores sociales antifascistas. Estalló la guerra civil y la resistencia asumió forma de secesión en Lugansk y Donestk, región de Donbass. En otras regiones, la rebelión antifascista fue sofocada a sangre y fuego.
A partir de la desestabilización de los acuerdos de post Guerra Fría, el alineamiento de Kiev con la OTAN y su campaña cuasi etnocida operada desde el levantamiento ultraderechista de 2014, contra rusos parlantes y sectores ucranianos antioccidentales, se fueron creando las condiciones para la llamada Operación Especial de Rusia. Luego de los primeros avances en febrero de 2022, las fuerzas rusas se replegaron de Kiev por la resistencia militar ucraniana, pero también como gesto de Rusia en función a las negociaciones de marzo de 2022, directa, entre Kiev y Moscú, arruinadas por el sabotaje de Estados Unidos y sus satélites Gran Bretaña, Alemania y Francia, empeñados en la guerra como estrategia de asedio buscando la ruptura de la Federación Rusa, con miras a su disgregación en varios estados y cumplir así la segunda parte del plan expansivo, ya extinta la Unión Soviética.
Desarticuladas las negociaciones directas de marzo de 2022, las potencias occidentales suministraron al gobierno ucraniano de Zelensky todo el apoyo militar y económico posible para la guerra, evitar la paz y propinarle una derrota a la Federación Rusa. Los tambores belicistas resonaron en las principales capitales de Occidente, las fuerzas del “partido de la guerra”, como llamó Karl Liebknech, fundador del Partido Comunista de Alemania, a las tendencias políticas burguesas de Europa que celebraron el inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914.
La guerra en Ucrania se extendió tres años producto de los cientos de miles de millones de dólares y el armamento de última generación otorgado a Kiev por Estados Unidos y sus satélites europeos. La contra ofensiva ucraniana de 2023 fracasó y las fuerzas rusas se alzaron con victorias en Bahmut (enero 2023) y Avdivka (febrero 2024). El refuerzo occidental a Kiev hizo crisis a comienzos de 2024 y el Congreso de EE. UU., pactó un multimillonario paquete luego de intensos debates. Así, a mediados de 2024, las fuerzas de Kiev incursionaron limitadamente en la zona rusa de Kursk, con fines de propaganda y de distracción de fuerzas rusas. Sin embargo, a la fecha del escrito, febrero de 2025, la ofensiva rusa se reanudó potente en el Donbass. El avance ruso es lento, pero paulatino, y a largo plazo parece imparable, por factores de desgaste de la alianza contraria, como veremos.
El billonario respaldo financiero y en armamento a Kiev es insostenible, se han abierto profundos huecos presupuestarios en Occidente y ello apunta a una probable victoria rusa, nación poseedora de más recursos, capacidad militar y población, que Ucrania, adoleciendo está de suficientes efectivos y equipo. Los cuantiosos apoyos de occidente amenazan con generar una crisis social, económica y política, influyendo en la polarización interna de los países donantes. Las mil (1,000) sanciones económicas impuestas a Rusia por las potencias occidentales se fueron a traste y no lograron doblegarla.
Estas realidades estructurales, estratégicas, sin menoscabo de causas coyunturales, explican mayormente la postura del gobierno republicano de Donald Trump, y de Estados Unidos como potencia, de negociar forzosamente el final de la guerra con el gobierno ruso de Vladimir Putin. Las características supremacistas de Trump quedan evidenciadas tanto en el hecho de que ha ignorado a sus adlateres de Europa Occidental y de Kiev en las conversaciones, como en las burdas presiones que ejerce contra Ucrania, en el sentido de ofrecer algo de protección a cambio de la consecisón de riquezas naturales, las llamadas “tierras raras”, y a manera de compensación por el multi millonario apoyo a Kiev durante la administración Biden.
La Operación Especial rusa en Ucrania despierta polémica internacional, sin embargo, también es cuestionable la existencia de la OTAN como alianza de agresión, que dejó de ser defensiva para convertirse en un instrumento militar de intervenciones contra estados puestos en la mira de occidente, como aconteció con los ataques a la ex Yugoslavia, Afganistán, Iraq y Libia, sin beneplácito de las Naciones Unidas. Además, la renovada doctrina de la OTAN considera a Rusia como el enemigo principal, según documentos que son incluso previos a la actual guerra en Ucrania. Tampoco puede ni debe pasarse por alto la persecución contra la población ruso parlante por parte de Kiev, desde un estado que reivindica los símbolos del nazi fascismo, que provocó a la ex URSS, 20 millones de muertos. El temor a la repetición de esas amenazas provenientes de occidente es algo lógico.
Entralazadamente otros nubarrones de ciernen. Las amenazas de Trump contra Panamá y otros países, además, ver a Estados Unidos y las amanuenses ex potencias coloniales europeas deseseprados por aferrarse de una a la hegemonía en declive, sumado a la belicosidad contra China Popular y en general, contra la tendencia global multipolar materializada en el engrosamiento de más estados independientes al BRICS; son hechos que en su conjunto representan un desafío para la comunidad internacional y el Derecho Internacional Público, que plantean la urgente tarea de la reforma democrática de las Naciones Unidas.
La OTAN atenta contra los principios del Derecho Internacional y debe ser declarada ilegal por tratarse de una plataforma militar expansionista, igual a como en su momento fue judicializado el Eje germano-ítalo-nipón. La unidad de las fuerzas progresistas, tanto sociales, políticas y estatales, en la forja de equilibrios geopolíticos, sin hegemonismos, basado en la cooperación con norte en el progreso social, cerrando fila contra la práctica de los asedios de un club de potencias contra otros estados, es una tarea inexotable de las mentes sensatas del orbe, por la salvación de la especie humana.