En esta entrega el enfoque será distinto… La mayoría de las veces no me remonto tanto a mi pasado.
Esta historia tuvo lugar aproximadamente hace 24 años, yo era un estudiante universitario de primer ingreso.
Tenía un peso de unas 118 libras, como me cortaba el cabello, leía mucha poesía de Gustavo Adolfo Bécquer, Mario Benedetti y Neruda (esto será un dato de vital importancia más adelante).
Políticamente, era más romántico, es decir, que gustaba la política, la veía desde el punto de vista humano.
En ese espectro universitario recorría varias facultades, en esa época conocía mucha gente.
Entre mí, círculo de amigos y conocidos estaba un grupo de chicas de arquitectura. Más que futuras arquitectas parecían modelos.
La más guapa era Polina, tenía unos 1.77 centímetros de altura, cabello lacio, le llegaba a la cintura. Era una mezcla entre panameña y rusa.
Yo era inexperto, tímido e inseguro cuando tenía que relacionarme con las mujeres. Recuerdo que me ponía nervioso cuando estaba cerca, a diferencia del común que solo le faltaba ser el suelo donde ella pisaba.
Un día me quedé a esperar una reunión, para matar el tiempo trataba de traducir una biografía de Gueorgui Malenkov con un diccionario.
Ese día Polina se sentó a mi lado y empezó a leer el libro de Malenkov. Una semana después, más o menos me sorprendió con un poemario de Alexánder Blok, un poeta ruso del siglo XX y dos vasos de café (el dato de vital importancia que les había mencionado).
“Por las noches, sobre los restaurantes
el aire caliente es salvaje y sordo
y el duende corruptor de primavera
Gobierna sobre el grito del borracho.
A lo lejos, sobre el polvo de callejas,
sobre el tedio de las dachas suburbanas,
la cara azul apenas se distingue,
se oye el llanto de niño”.
De pronto quedamos en silencio de esos incómodos, baje mi mirada hasta sus senos sin darme cuenta… Me sonrojé por aquello. Polina me dijo algo como “eres el tipo más astuto que conozco o el más inocente”. Yo guardé silencio mientras ella me besaba. Sabía que ella tenía un novio, por lo que no entendía por qué se comportaba así conmigo.
Comencé a evitarla, hasta una gira de la Universidad en donde nos quedamos varados en una comunidad del interior. Estaba solo me acomodé para pasar la noche envuelto en una sábana a la intemperie rogando qué no lloviera. No sé qué hora era cuando sentí que algún se acostó a mi lado… Era Polina.
Susurró a mi oído “me gustas” mientras me abrazaba. Hubo algo como mágico (si es algo cursi y trillado, pero es lo que sentí esa noche), contemplamos las estrellas hasta quedarnos dormidos.
Desde esa noche teníamos una relación tácita, ella hacía todo lo posible para que el tiempo juntos fuera especial.
Mientras con el novio tenía encuentros apasionados, conmigo hacía todo lo que con él no.
Todo terminó cuando el cornudo acudió al mismo lugar, ella me soltó la mano y se fue detrás de él.
Al día siguiente, me esperó afuera de mi salón para explicarme lo que sucedió. Mi respuesta fue que no tenía nada que explicar, ya que al irse con él era lo más lógico.
Desde ese día Polina dejó de existir para mí.