Por Jorge I. González
Abogado
Por principio, rechazamos toda agresión militar de una potencia o alianza de potencias, contra cualquier república de América Latina, sea cual sea el signo de su régimen de organización político social.
La frase chicha de piña se utiliza en la jerga popular panameña para hacer referencia a aquello que se presume como fácil, simple, o básico, comparado a aquello que en apariencia es más complicada o complejo. Hemos utilizado esta expresión vernacular para aclarar que una poco probable invasión de Estados Unidos a Venezuela, no sería un paseo militar, o cosa de bullying o mofa, debido a la falta de suficientes conocimientos en asuntos de historia y geopolítica militar, o como consecuencia de la guerra psicológica, subjetiva, mediática, cultural, promovida desde Washington buscando el control supremacista de las mentes al sur del Río Grande, e incluso, del pueblo norteamericano, gran víctima de la mentira institucionalizada del imperio. Si es por el nivel de fuerza concentrado en el Caribe, una invasión es poco probable, sin menoscabo de otras variables de injerencia.
En las naciones existen sectores antagónicos y alineados a las elites, así como quienes defienden la soberanía, en oposición a los partidarios del injerencia de las potencias. Hay sectores que abrazan tendencias sociales, en tanto que otros son creyentes del individualismo. Aunadamente, la concepción que en lo particular tenemos sobre lo que nos rodea, los valores, las formas de entender y actuar, no constituyen un parámetro absoluto para explicar por mera refracción la conducta en otras latitudes, o una regla matemática fuera del horizonte inmediato. Los pueblos construyen identidades en correspondencia a contextos sociales, económicos, políticos, militares, ambientales, condicionadores de la vida material y la psicología.
Hay que estudiar a los pueblos, pasado y presente, proyectando el análisis crítico al escenario internacional que sirve de marco histórico, para distinguir lo real de lo ficticio. La batalla cognitiva de la postverdad. Las redes sociales son herramientas de control. En respuesta, hay que usarlas científicamente, con aptitud investigativa, y divulgar lo auténtico, procurando que sean redes de liberación. No todo es robóticamente cierto, abunda falsedad o exageración, con fines de estigma y direccionamiento del comportamiento, operando desde granjas de bots manejadas por pocos, que bien financiadas, influyen en millones. En las redes, como en todo, están las fuerzas que pugnan las sociedades, la expresión de intereses favorables al poder global y local, en contradicción a las tendencias democratizadoras.
Decir que solo cuatro mil soldados de la marina de Estados Unidos, y que algunos barcos de guerra, por cierto muy modernos y equipados con misiles, representan una fuerza bélica capaz de invadir y ocupar a Venezuela, y establecer un gobierno satélite colonial, ignorando la capacidad de resistencia de cientos de miles de integrantes de las fuerzas armadas convencionales bolivarianas y la incorporación de millones a la defensa de su país, es desconocer la realidad y caer en una operación de guerra de propaganda, contra la nación venezolana y no solo ella, sino contra toda América Latina y todo el mundo. Trump busca enviar un mensaje de fuerza magnificado por los medios, que provoque crisis psicológica en la estructura del estado bolivariano, y provoque, como lo han intentado EE. UU. y la derecha, con frustración desde hace dos décadas, un golpe de Estado y la caída del chavismo. Además, quieren demostrar fuerza a aliados y enemigos en el planeta. Similar a las amenazas de Trump contra la soberanía panameña a comienzos de 2025. El retorno a los tiempos de Teodoro Roosevelt y la política del gran garrote. El derecho internacional de la segunda postguerra mundial es una camisa de fuerza para la competitividad de EE. UU. contra China Popular, los BRICS y naciones emergentes.
Venezuela es un país de tamaño considerable, no es un estado pequeño y es de mediana población, no posee bases extranjeras gringas dentro de su territorio, sus fuerzas armadas entre ejército, aviación y guardia nacional, poseen entre 135,000 unidades, y según otras reseñas, ascienden a 200,000. Pero un factor especial, además del crecimiento sin precedentes de las fuerzas armadas en lo militar con suministro sobre todo ruso y chino, es la existencia de más de cuatro millones (4,000,000) de civiles enrolados en la llamada milicia bolivariana. En horas recientes, todas las fuerzas han entrado en estado de alerta y movilización.
Poseen un esquema llamado “guerra popular” contra el invasor, esto es, una estrategia que involucra a la sociedad con las fuerzas armadas por la soberanía, como China, Vietnam y Cuba, y en donde todo patriota, hombre y mujer, civil y militar, se incorpora a la lucha contra el invasor como lo mandata la Constitución y durante el tiempo que sea necesario, mediante acciones armadas de todo tamaño en selvas, montañas, y ciudades, combinadas con el estallido popular en las calles contra las autoridades impuestas por el invasor extranjero, además de la huelga general. El ideal de Simón Bolívar sería, en casoo de agresión directa extranjera, un elemento cohesionador. No olvidemos que el pueblo venezolano luchó en el siglo XIX por espacio de 20 años contra el imperio español, tanto en territorio venezolano, como fuera, pues Bolívar cruzó Los Andes para liberar a lo que hoy es Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, ayudando con ello a crear condiciones regionales para otros procesos. Panamá hizo su independencia de España inspirada en Bolívar.
Con la estrategia de guerra popular, no tradicional o clásica, el invasor ve mover su piso, es llevado a un conflicto de desgaste con el pueblo o una parte considerable de este, haciéndose insostenible la gobernanza del ocupante y la oligarquía. Incluso, hoy una parte de la oposición rechaza todo ataque contra la soberanía por fuerzas extranjeras. La contradicción dejaría de ser chavismo y oposición, para convertirse en contradicción total nación versus imperio. Además, al no contar con el aval del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sería una acción ilegal de acuerdo al ordenamiento jurídico internacional, que constituiría un delito contra el derecho internacional en las modalidades, seguramente, de crímenes de guerra, lesa humanidad y agresión, e incluso, genocidio, movilizándose la solidaridad internacional, de estados y grupos sociales, contra la invasión.
La fuerza naval estadounidense en el Caribe Menor, colocadas supuestamente cerca a las costas venezolanas, es capaz de lanzar misiles y operaciones comando, selectas, últimas que podrían ser sofocadas por las fuerzas armadas venezolanas. No es una alianza de estados o ejércitos contra la soberanía venezolana. Estados Unidos no invade a un país en solitario desde la invasión a Panamá en diciembre de 1989. Los estados de Colombia y Brasil, a diferencia de los años de Uribe y Bolsonaro, ahora gobernados por Gustavo Petro y Lula Da Silva, no prestarán sus ejércitos para un ataque contra su vecino. Por el contrario, dichos gobiernos progresistas han manifestado niveles de contradicción con las políticas de Trump.
Todas las operaciones invasoras de Estados Unidos en Somalia, Iraq, Afganistán, Yugoslavia, Irán, etc, fueron realizadas en coordinación potencias. La demostración de poder de Estados Unidos en el Caribe es preocupante y en efecto, merece el rechazo de todas las conciencias del planeta. El estado venezolano está en su derecho de defensa. Sin embargo, a diferencia de lo que sueñan agoreros del intervencionismo y apologetas eufóricos del hegemonismo norteamericano, actualmente, con 4,000 marines, no hay aglutinado un contingente suficientemente capaz de invadir con éxito a tierras venezolanas.
A Panamá la invadieron entre 26,000 y 27,000 soldados norteamericanos, y el pie de fuerza panameño era de menos de 15,000 efectivos armados, con solo 2,000 unidades de ejército, y otros miles de civiles brigadistas. Dieron batalla, pero fueron doblados en número, y aun así, los invasores solo alcanzaron a imponerse por el poder aéreo y la masacre en El Chorrillo. Analizando comparativamente, podemos adquirir una idea de lo que involucra una invasión a Venezuela. Creer que Trump puede invadir a Venezuela con una fuerza de la magnitud como la distante a sus costas, es demostrativo de falta de conocimientos en conflictos y de historia. Pueden hacer daño, sin duda. En el campo de los conflictos armados, una cosa es invadir, otra atacar de modo híbrido.
En todo caso, hay que denunciar toda forma de agresión de EE. UU. contra todo estado de América Latina, sea cual sea su régimen interior. Los problemas internos deben ser resueltos entre venezolanos. Es un principio del sistema internacional de derecho. Finalmente, jamás subestimemos a un pueblo dispuesto a luchar por su independencia, por fuerte que sea o parezca su agresor. La historia está llena de casos. La lucha de los panameños por lograr la erradicación la gobernación colonial en la antigua Zona del Canal, es un ejemplo.
Panamá, 25 de agosto de 2025.