No estamos en presencia de una persona que se caracterice por su apego o respeto a la ley, es por ello que las amenazas chantajistas y avasalladoras de Trump no deben tomarse a la ligera.
Por: Marcos Castillo Pérez
Donald John Trump Macleod, ha soltado en las últimas semanas una andanada de advertencias y amenazas contra países vecinos y países aliados de los Estados Unidos, míster Trump ha dicho, que quiere que Canadá pase a ser un estado más de la unión, que piensa intervenir militarmente en México para “aplastar” a los narcotraficantes, que planea anexarse Groenlandia y que Panamá le deberá devolver cuanto antes el canal interoceánico. Estas manifestaciones del presidente electo de la primera potencia económica y militar del mundo, no parecen ser simples arrebatos, propios de su impredecible, megalómana y narcisista personalidad o de un candidato en campaña electoral ,puesto que el susodicho ganó las elecciones en noviembre pasado y asumirá la presidencia el próximo 20 de enero.
Los amagos de Trump vienen acompañados de amenazas veladas, intimidación y chantaje, practicas muy propias de este controvertido personaje, detestado por unos y aclamado por otros, no hay que olvidar el pasado empresarial de Mr. Trump como un importante magnate de los bienes raíces y la construcción verbigracia sus poco ortodoxas prácticas, siempre bajo sospecha de evasión de impuestos y polémicas sobre faltas a la ética.
Queda claro que no estamos en presencia de una persona que se caracterice por su apego o respeto a la ley, muy por el contrario se trata de un individuo acostumbrado a burlar las leyes y a salirse con la suya, es por ello que las amenazas chantajistas y avasalladoras de Míster Trump deben ser consideradas en su justa dimensión, por ello discrepo con quienes tratan de disfrazarlas con interpretaciones eufemísticas y en el caso del Canal de Panamá, las atribuyen advertencias para que; rompamos relaciones con China. En el hipotético caso de que esas fueran las intenciones de Trump, me sobreviene la interrogante; ¿Por qué debería el gobierno de Panamá permitir que sea el presidente electo de otro país el que determine con que países deberíamos tener relaciones diplomáticas y comerciales? Aunque no es un secreto que históricamente los gobiernos panameños han practicado una vergonzosa sumisión ante los Estados Unidos, incluso siendo candidatos acuden a la embajada de ese país para recibir “la bendición” de Washington, y ya en el poder, no toman ninguna decisión trascendental, sin antes consultar con el embajador o embajadora de turno, lo que está en juego no es poca cosa y así debemos entenderlo gobernantes y gobernados.
Trump, ya fue presidente, por tanto sabe cómo se mueven los hilos del poder, y si bien en su primera campaña electoral habló sobre el tema del canal, no lo volvió a mencionar durante su mandato, sin embargo, actualmente no está en campaña y asumirá la presidencia dentro de pocas semanas por lo que el tema no puede ser obviado ni minimizado. La respuesta dada por el presidente, José Raúl Mulino, ha sido la correcta, también ha sido acertado el respaldo ofrecido por la mayoría de los ex presidentes panameños. Pero el asunto no se puede quedar allí, la diplomacia panameña debe moverse rápido, con habilidad y eficacia para ponerle un muro de contención a las arbitrarias pretensiones de Trump, no hacerlo sería ingenuo e irresponsable. El presidente Mulino debe recurrir a los más avezados diplomáticos y políticos panameños en materia de relaciones internacionales y procurar la solidaridad de figuras influyentes de todo el mundo que hayan mostrado su simpatía con Panamá antes y ahora.
Aceptar presiones para enfriar o congelar las relaciones plenas con la República Popular de China equivaldría a someternos a las directrices y caprichos de una potencia extranjera contra los intereses de Panamá y atentar contra el desarrollo económico del país. Fieles a la doctrina Monroe, los políticos estadounidenses no quieren que los chinos inviertan en Panamá ni en el resto de América, so pretexto que esta parte del continente es su patio trasero y su área de influencia, y acusan a China de practicar espionaje y poner en peligro la seguridad nacional de USA. Valido es cuestionar; cuánto tiempo lleva Estados Unidos espiando a sus países vecinos, interviniendo en sus asuntos políticos y comerciales, atentando contra la seguridad nacional de estos, derrocando gobiernos electos democráticamente, realizando invasiones militares e imponiendo y respaldando sangrientas dictaduras militares y además como en el caso de Panamá; estableciendo centenares de bases militares, ocupando el territorio adyacente al canal, imponiendo un gobernador y un oprobioso sistema de apartheid en la denominada “Canal Zone”
He leído cuestionamientos sobre el manejo de la administración del canal y críticas sobre el poco o ningún beneficio que el panameño promedio recibe de los dineros generados por la operación de la vía acuática, esas críticas apuntan a que tanto la administración como el grueso del negocio canalero ha quedado en manos de las clases económicas pudientes del país que inclusive en su momento se opusieron a que el canal fuera devuelto a Panamá y que en los años 90 crearon un titulo constitucional restrictivo para garantizarse el control tanto de la administración como los réditos generados por el canal. Esa es una discusión que está pendiente y que no puede seguir siendo obviada por los gobiernos ni los señores del poder económico. No obstante el tema inmediato y prioritario ahora es la defensa de la soberanía nacional.
Los panameños no debemos olvidar jamás la sangre derramada por 22 panameños el 9 de enero de 1964 durante la gesta histórica que marco la lucha reivindicativa de generaciones de connacionales para recuperar el territorio ocupado y arrebatado por los Estados Unidos, tampoco podemos soslayar el compromiso pactado entre los gobiernos estadounidense y panameño en 1977 mediante los tratados Torrijos – Carter que le devolvió la soberanía a Panamá de los territorios que habían sido arrebatados. Tenemos la razón y nos respalda el derecho internacional pero nuestra dignidad como nación y nuestra propia autoestima como país estará a prueba si no actuamos a la altura de las circunstancias.
El autor es comunicólogo y ex presidente del Colegio Nacional de Periodista