Si lees con regularidad esta columna, sabrás que en mi juventud fui monaguillo y como por un desamor, mi enfoque hacia las relaciones cambiaron.
Sé que si existe el bien debe existir el mal. Bueno esta vez les contaré mi historia con una mujer llamada Mariela.
Mariela, después de varios meses de salir, me cortó de la manera más abrupta que se pueden imaginar.
En una ocasión, mi amiga Karla que es psicóloga, me indago sobre la forma en la que bloqueó las situaciones que de una u otra manera, podrían afectarme al enterarse de lo que sucedió con Mariela.
La familia de Mariela proviene de una conocida isla del Caribe, donde hay varias religiones o creencias.
Desde el comienzo, establecimos que nuestra relación -si se podía llamar así- era sin ningún tipo de compromisos, la verdad es que Mariela era guapa, inteligente y con un cuerpazo, sumado a su vasta experiencia en el amor.
Como a los tres meses de haber roto todo contacto por cosas de la vida, me encontré a Mariela, por cortesía le dije hola y seguí mi camino.
Al parecer ella esperaba algún tipo de reclamo, pero, no fue así.
No tenía nada que reclamar y la verdad, ya no sentía nada por ella ni siquiera el más mínimo deseo de tener intimidad con ella.
A partir de ese encuentro por casualidad, Mariela comenzó a chatearme con cualquiera excusa, yo solo respondía con frases cortas, la verdad no tenía nada que decir.
En este punto, Andrea la prima de Mariela entró en escena.
Me contó lo que hizo Mariela para volver a tener mi atención.
Según Andrea, Mariela acudió a donde una mujer que vivía sola en un pueblito del interior, en una casa llena de gallinas negras y muñecos hechos con ramas.
Esta mujer era conocida como tía Tita.
Allí, Mariela le pidió que me hiciera un amarre. El ritual era simple, pero repugnante.
Tita le dijo que tenía que hervir su ropa interior usada en una olla negra, añadirle canela, unas gotas de sangre de menstruación y repetir una serie de frases, que no repetiré aquí.
Luego, debía invitarme a su casa y poner esa agua en una bebida, como eso no sucedió, le pago a la señora que limpiaba en mi trabajo para poder darme el brebaje.
A pesar de que se me insinuó de mil maneras, no me nacía estar con ella, lo que la frustraba más.
Al conocer esto, Andrea no dudo en contarme todo lo que su prima hizo para tener mi atención.