Sin nada que hacer durante la cuarentena por el Covid19, he recordado algunos episodios de mi vida de los cuales escribiré. Hace algunos años tuve la oportunidad de dejar atrás las noches de sexo desenfrenado y el alcohol. Todo comenzó cuando fui obligado a una de esas carreras que hacen en el Parque Omar.
En medio de mi primera vuelta me topé con una niña de aproximadamente cinco años que vi caerse y la ayudé a levantarse. Le pregunté que con quién andaba, la nenita me dice que, con su mami, la cual no encontramos a simple vista, así que la lleve al puesto de policía. Acto seguido, la niña rompe a llorar.
Me pide que no la deje sola, así que me siento en el suelo a esperar a su mamá. No para de hablar, me cuenta sobre su perro Bobi, su tía Nena, su maestra que no se acuerda cómo se llama- y no sé qué más. Disfruté de la conversación, le compré un globo en forma de perro y un helado.
Hasta que de pronto veo una mujer con leggins rosa, que comienza a gritarme desaforadamente. Para mí suerte la chica policía intercedió por mí. Luego la histérica se disculpa y se va con la niña. Dos domingos más tarde entro a una tienda de conveniencia de esas que están en las estaciones de gasolina. Voy por un café y un Gatorade para la cruda que tenía.
De pronto escucho una vocecita que me dice: “Hola, cómo estas”. Era la niña del parque que me pregunta: ¿tienes hambre? mi mami y yo vamos a desayunar. Alce la mirada y veo a su madre mirándome con cara de arpía. Le respondo amablemente: No, gracias nena, me tengo que ir. Me subo al auto, acomodo las cosas y ¡zaz!, siento el golpe. La histérica me había chocado por la parte de atrás.
No sé cómo me di un golpe con el marco de la puerta. Un hilo de sangre me nubla la vista. Escucho a la nena llorar, me bajo del carro para ver que se encuentre bien. Trato de calmarla, mientras llamo a una ambulancia. Ni idea, por qué desde que vi a esa niña con voz chillona y hablantina me agradó tanto…
Por alguna extraña razón me preocupé más por ella, que por mi vehículo o el trancazo que medí. Llegamos a la clínica, me quedo esperando noticias de la pequeña, mientras una enfermera cura la herida de mi frente.
Luego voy con la recepcionista que me pregunta: ¿Cómo se llama su hija? En ese momento caigo en cuenta de todo. En lo que trato de explicarle, entra la madre gritándome e insultándome. Claro, sé que ella tuvo la culpa del choque, pero me preocupó más por la chilindrina.
La miro en silencio pensando, esta tipa lo que tiene de guapa lo tiene de grosera. A lo que respondo: oye deja de gritar, fuiste tú la culpable de todo…
Enseguida la mujer comienza a llorar encima mío. Se supone que, en este tipo de situaciones sé que hacer, pero esta vez no
Me explicó que estaba discutiendo con el papá de Alexandra así se llama mi pequeña amiga-, por irresponsable. Suena mi móvil, era Maritza la mujer con quien había dormido anoche-, para decirme que había dejado algo en mi auto.
La histérica escucha la voz melodiosa y se aleja un poco. ¿Lo llamó su esposa?, pregunta después. Con una sonrisa le digo que no es mi esposa y que me tengo que ir. Le pido su celular para saber luego cómo seguía Alexandra y cómo haríamos con lo del carro. Mi secretaria se encarga de todo, pero la verdad es que quería saber cómo les había ido a ambas. Así que acuerdo una cita para arreglar por las “buenas” lo del choque.
Ya en persona le propongo un café. Su respuesta inmediata fue: eres un imbécil, pedazo de idiota.
Me retiro un poco decepcionado, en realidad me interesaba saber algo más de esa mujer.
Continuará….
Como así que me dejaron picada…. jajajajaj Quiero más. jajajajajaja muy buen escritor, me atrapó enseguida. Pero quiero más letras.