Desde hace más de una década, el país ha vivido una vorágine de escándalos relacionados con corrupción y falta de transparencia. Durante los últimos 15 meses, nuevos casos se han sumado a esa lista, con el agravante de que se han dado en medio de una crisis sanitaria sin precedentes. Los últimos sucesos causan indignación e ira, porque se está jugando con la población, con su salud y su porvenir. Nos encontramos caminando por una senda oscura y peligrosa y, frente a ello, urge un viraje de timón.
Vivimos en un sistema democrático; sin embargo, ir a las urnas cada cinco años no basta. Para que una verdadera democracia funcione debe existir un real estado de Derecho que brinde seguridad a sus ciudadanos; al igual que una ciudadanía que en todos sus roles – empresarios, trabajadores, empleados públicos, por mencionar algunos – respete las leyes y se comprometa con valores como la honestidad y la resiliencia.
Como sociedad, estamos obligados a condenar abiertamente a quienes manchan la reputación de aquellos que actúan de manera correcta. Basta de ser una sociedad permisiva que no castiga moralmente a los corruptos. Ellos son la escoria y, como tal, debe ser arrinconada en la oscuridad del desprecio.
La Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá (CCIAP) activa su Comité de Ética cuando una empresa miembro incurre en prácticas no éticas o ha sido condenada por actos ilícitos. En caso de que el fallo exprese culpabilidad, la empresa es expulsada del gremio. Ya lo hemos hecho en el pasado y lo volveremos a hacer, pero este mecanismo sancionatorio depende, a su vez, de un sistema de administración de justicia empantanado y ausente. La CCIAP ha afirmado en innumerables ocasiones -hoy lo volvemos a poner sobre la mesa-, que es necesario rescatar a la justicia panameña. Los ciudadanos honestos se sienten desprotegidos ante el cinismo de los corruptos. La impunidad nos está pasando factura a nivel nacional e internacional.
Realicemos una introspección de los valores que estamos transmitiendo en nuestros hogares, empresas, a nuestros pares, y también en cuanto a qué dejaremos a las próximas generaciones. ¡Respetemos su futuro! Los principios de honestidad y respeto a la dignidad humana son inamovibles.
Nuestro gremio está teniendo acercamientos con los Clubes Cívicos para, de manera conjunta, activar un plan de comunicación basado en valores. Bien decía el ilustre Justo Arosemena, “la educación, las buenas costumbres y el buen ejemplo desde la infancia, son el único medio de moralización privada…”
¿Què futuro queremos dejarle a las próximas generaciones?
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