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Consolando a la viuda

Justamente ahora, irrumpes en mi vida

Con tu cuerpo exacto y ojos de asesina

Tarde como siempre

Nos llega la fortuna,

Tú ibas con él, yo iba con ella

Jugando a ser felices por desesperados

Por no aguardar los sueños

Por miedo a quedar solos. Tarde de Ricardo Arjona.

Tengo que reconocer que no soy bueno para recordad los cumpleaños -si no forman parte de personas allegadas-. El mes pasado salí a comprar el regalo de cumpleaños de mi hermana mayor, lo que siempre es difícil para mí.

En familia hicimos una peque celebración para mi hermana, las clásicas fotos familiares, comida, dulce etc.

Al finalizar se me antojan unos tragos de Absolut… Me preparo un par de vodka tonic.

Al día siguiente me desperté con una leve resaca. Pero con la sensación de que se me olvidada algo lo cual me dejó pensando todo el día.

Esa mañana en la sala de espera de una notaria pública, me topo con Karina Sánchez . Me parece que tengo unos 10 años de no verla.

Esta un poco más rellenita, en realidad más cachetona. Noto en seguida que sigue como siempre contrastando su vestuario tal como cuando la conocí. La verdad recuerdo que no quedamos muy bien la última vez que nos vimos.

Lo que paso en realidad se caso a los 21 con un ingeniero maduro, divorciado el cual tenía varias empresas, según recuerdo.

Terminó mi diligencia y salgo a buscar una taza de café negro y sin azúcar. Para mi sorpresa la veo de nuevo… Me saludo, me quedó sin palabras, observó su dedo anular, aún lleva el anillo de casada… Luego subo la mirada, no puedo evitar detallarla lentamente.

Tonto ¿te comieron la lengua los ratones?… hola que tal flaca…  Jaja, ya no estoy flaca, fue su respuesta.

Ya roto el hielo comenzamos hablar de todo un poco, por alguna razón estaba algo nervioso. Al terminar el café me despedí con un “hasta siempre”, es mi forma de decir adiós cuando se que lo más probable es que jamás vuelva a ver a la persona.

En ese momento me tomó la mano y rompió a llorar. Mike -Miguel el ingeniero- falleció, tengo unas ganas de salir corriendo.

Estoy en medio de un restaurante la gente nos observa. Tengo a la Pucca – así le decía a Karina- guindada del cuello, solo falta una balada cursi como “Still Loving You” para recrear una escena de una mala película de Hollywood.

Salimos del lugar, me cuenta que debe administrar lo que dejó Mike y que tiene tres nietos postizos que son la luz de sus ojos. La miro en silencio pensando, si antes no encajaba en su vida ahora menos, estoicamente trato de contener las ganas de besar a la viuda que tengo.

Hay un tipo de mujer que te hace perder el control por más que quieras mantener la calma, con ellas sale a flote un mecanismo de autopreservación que te hace evitarlas, el cual en ese momento estaba tratando de evocar.

Estaré un par de días en la ciudad, si quieres almorzamos un día se sonríe Karina… Guardo silencio unos segundos, coloco mi mano en su cadera para luego deslizar mi mano por toda la parte trasera de sus blue jeans. Ella me mira sorprendida, le digo al oído ¿tenía una duda, si era hilo o cachetero? Despejada la duda quiero saber si hace juego con el brasier negro que tienes puesto. Con una risa picara me responde. Eso tienes que averiguarlo.

Nos vamos a un hotel, en la habitación le quite la ropa con la misma ansiedad de la primera vez hace una década. Sin decir nada hicimos el amor bastaban solo miradas para saber que hacer y con que intensidad.

A la semana Pucca volvió a su rutina y yo a la mía…

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