En esta ocasión les contaré algo que me paso en medio de las protestas contra la minería.
Todo empezó en la tienda de la esquina, resulta que como había protestas en cada esquina decidí trabajar desde casa. Una tarde fui a la tienda de la esquina a comprar algo para cenar.
En eso vi a una de mis vecinas en la misma labor que yo.
Noté que llevaba salmón y vino, eso me llamó la atención. Aparte de la comida, compré la llave de paso del lavamanos del baño.
Salimos al mismo tiempo, en eso me pregunta ” usted sabe de plomería’.
Yo le respondí que solo lo básico.
“Mi marido no sabe nada de nada, tengo que cambiar una desde hace un año”.
Por cordialidad le dije que con gusto le podía ayudar un día.
Mi vecina es una culisa de buenas curvas, pero nunca habías hablado tanto.
Unos minutos más tarde me llamó para que le cambiara la llave.
Pensé en que excusa dar para no ir. Si tiene su marchante, es su deber.
Fui para matar el aburrimiento, solo fue desconectar, poner teflón y listo.
Mientras yo estaba trabajando la escuche decir que se pondría cómoda.
Cuándo le aviso que ya había terminado, la veo en un pantaloncito de dormir, con un suéter sin brasier…
Dándome una copa de vino…. Pensé que diablos hago aquí.
Se da la vuelta para poner el seguro a la puerta, en eso, noto que tenía un pequeño hilo dental.
Me mira a los ojos y me dice “siempre andas serio”.
En ese momento me moví hacia ella, me detuve a milímetros de su boca. Le susurró al oído mientras le sostenía por la cintura “o me abres la puerta o abres las piernas”.
Se quedó inmóvil mientras la tire al sillón y le apartaba el pantalón.
Ella solo cerró los ojos y susurraba métela, métela.
En esa pose apretaba las piernas y gemia mientras yo me movía.
Lo hicimos intensamente teniendo en cuenta que su marido podría llegar en cualquier momento.
Al terminar me despedí con uno hasta luego.
Ella preguntó tengo otras cosas que arreglar, así que puedes regresar otro día.