No toda distancia es ausencia, ni todo silencio es olvido. (Mario Sarmiento)
Una de las cosas que admiró de los filósofos es esa capacidad de divagar en cosas intangibles e inverosímiles.
La noche del 31 en vísperas de año nuevo tuve como una especie de bajón emocional.
Ese día estaba en una pequeña reunión de amigos por lo que decidí regresar a mi casa, de pronto comienzo a detallar la decoración del árbol, la cena puesta sin tocar.
Me metí a la cama… Cuando estaba en la Universidad alguien me dijo que era bueno analizar retrospectivamente .
Después de eso mi autoanálisis concluye que de cierta forma estoy algo estancado.
Escucho el tic tac de un viejo reloj, la casa está tan vacía que puedo escuchar hasta mis pensamientos.
Hace mucho decidí ver la vida desde un punto racional, luego de cometer muchos errores, -en algunas ocasiones me he vuelto a dejar llevar por las emociones-.
Cuando no analizamos bien nuestro alrededor tendemos a dejarnos llevar por los sesgos.
Un sesgo cognitivo es un efecto psicológico que produce una desviación en el procesamiento mental, lo que lleva a una distorsión, juicio inexacto, interpretación ilógica, o lo que se llama en términos generales irracionalidad. Se da sobre la base de la interpretación de una información disponible, aunque los datos no sean lógicos o no estén relacionados entre sí. Uno de los sesgos más difíciles de superar es el coste hundido.
Les explicó:
A muchas personas les cuesta soltar o dejar esas relaciones o personas tóxicas… Se piensa en el tiempo invertido y que no lo podemos recuperar, en ese punto se entra en una espiral.
Por más que se invierta en esta relación jamás será lo que esperamos.
También está el sesgo del statu quo… Esto se resume en tenerle aprecio a las cosas tal cual como están.
Un ejemplo es en las elecciones, hay muchas caras nuevas, pero el elector elige y vuelve a votar por el mal político, bajo la premisa “es mejor un mal conocido que nuevo por conocer”.
En el statu quo, la persona desarrolla una tendencia a preferir no tener que arrepentirse de las consecuencias de una decisión.
Lo más curioso es que dentro de sí se arrepienten de no haber tomado una de decir hasta aquí.
Creo que valorando todo esto, mi mayor pecado es no ser como Charlón Heston en la versión original del “Planeta de los Simios”, donde se empareja con una mujer que apenas podía articular, o en buen panameño un peor es nada.
