Por: Marcos Castillo Pérez
En Siria ha caído Bashar Al Ásad que gobernó con mano dura ese país por cerca de 25 años, su ejército desmoralizado y con bajísimo salario fue cediendo territorio a los rebeldes sin siquiera ofrecer resistencia, los aliados de Al Ásad, Irán y Rusia también lo dejaron solo al darse cuenta que este había perdido el control y el liderazgo del gobierno, el otrora todopoderoso gobernante, huyó para refugiarse en Rusia dejando tras de sí un país sumido en la incertidumbre.
El conflicto interno sirio se inició en 2011, tras una ola de protestas ciudadanas que sacudió a varios países del norte de África y el cercano oriente y que se le conoce como “Primavera Árabe”. Las manifestaciones fueron brutalmente reprimidas por el gobierno de Al Ásad con un sangriento saldo de centenares de muertos. Esta represión provocó que grupos opositores al gobierno organizaron milicias lo que generó una guerra civil en todo el país y la intervención de potencias extranjeras que han estado apoyando a los diferentes bandos en conflicto.
Rusia fue la primera en hacerlo en favor del gobierno de Al Ásad de quien fue sostén y aliado, Los Estados Unidos ha apoyado a las fuerzas kurdas, Turquía por su parte también a intervenido en este conflicto armando y apoyando a los grupos que hoy se han hecho del poder tras la caída de Al Ásad. Después de varios años de guerra y gracias a la ayuda militar rusa el gobierno de Al Ásad logró controlar gran parte del país, lo que obligó a cerca de 5 millones de personas a abandonar Siria. Con la llegada al poder de los adversarios de Bashar Al Ásad, entre los que se encuentran antiguos integrantes del denominado “Estado Islámico” crecen los temores de un nuevo gobierno represivo que persiga a las minorías y aumente la diáspora siria en el exterior.
En 2020 el conflicto mermó, pero este tiempo ha sido aprovechado por los milicianos para rearmarse y preparar una nueva ofensiva que ha tomado al ejército sirio por sorpresa y con la moral baja. La situación en Siria complica el mapa político en el cercano oriente, donde desde hace mas de un año Israel ataca y bombardea ciudades Palestinas en su guerra con la guerrilla de Hamas, que ha provocado más de cuarenta mil muertos, entre ellos miles de niños y mujeres y la destrucción de infraestructura pública como hospitales y áreas residenciales completas. Otra zona de guerra es el cercano Líbano donde el ejército israelí realiza bombardeos aéreos frecuentes en su guerra abierta contra el grupo armado Hezbolá y que también se ha cobrado miles de muertos y la destrucción de decenas de edificios muchos de ellos residenciales.
Los ataques de Israel no solo han sido contra territorios palestinos y libaneses, también han alcanzado objetivos de su archienemigo regional, Irán, provocando la respuesta de la república islámica con ataques de drones y misiles que han impactado territorio israelí, el último ataque de Israel contra territorio iraní está pendiente de respuesta, y la posibilidad que esa ofensiva genere una confrontación directa entre ambas potencias regionales, mantienen en ascuas, a sus vecinos y a occidente, incluso Rusia y China con importantes intereses en Irán.
Israel ha aprovechado la caída del Al Ásad y la situación interna de Siria para bombardear instalaciones militares de ese país y ocupar territorios más allá de los Altos del Golán, anexados en 1967 durante la denominada Guerra de los Seis Días. Esta situación sin duda será un foco de futuros conflictos entre los nuevos gobernantes sirios y el Estado judío.
Por otro lado, la guerra entre Rusia y Ucrania se ha intensificado ante la proximidad de la llegada de Donal Trump a la Casa Blanca, lo que significa la suspensión del envío de armas y el apoyo económico a Ucrania, que la dejaría en desventaja frente a Rusia y dependiendo únicamente de Europa. Trump tiene una conocida amistad con el gobernante ruso Vladimir Putin, esto presagia que cuando asuma el poder el próximo mes, forzará un armisticio que va terminar favoreciendo los intereses de Moscú en detrimento de Ucrania y la Unión Europea. La salida de Biden y la entrada de Trump, sin duda significarán un vuelco en la política exterior de los Estados Unidos especialmente en este conflicto y sus repercusiones podrían tensar las relaciones entre Bruselas y Washington.
Otra crisis que podría subir de tono es la de China con Taiwán y por consiguiente calentar las fricciones de las relaciones e intercambios entre Beijing y Washington. Sin duda la geopolítica mundial se encuentra en un momento de grandes desafíos en los que la realpolitik deberá jugar un papel estelar para evitar que el mundo se convierta en un polvorín y que sea la diplomacia y no las armas, quien determine finalmente, la forma en la que deberán conducirse las relaciones internacionales y solucionarse los conflictos entre las naciones del mundo.
El autor es comunicólogo